PERDIZ
QUE SUERTE LA NUESTRA
La voz de su madre. -¡Perdiz!
¡Tu amigo está aquí!
Abre los ojos.
¿La voz de su madre? No—no puede ser. Está muerta. Y aun así, ella
solía llamarlo de esa forma cuando sus amigos se pasaban por su casa. Recuerda
su hogar en la infancia—sus sábanas con pequeños camiones, el reloj en forma de
pelota de Baseball, un set de bloques conectables desparramados por el suelo.
Y su madre apareciendo en el pasillo—su pelo balanceándose, su
sonrisa.
No es la voz de su madre, y tampoco la de Lyda. Este es el cuarto
en el apartamento donde creció dentro de la Cúpula. Duerme en la cama inferior
de la litera. Sedge solía dormir arriba. No le gustaba cuando Perdiz lloraba de
noche. Le diría que se calle. Su madre se había ido, presuntamente muerto.
Debería haberle sido permitido llorar cuando quisiera.
La habitación de su padre está vacía. No entra allí—nunca.
Perdiz lo mató.
Este pensamiento lo despierta del todo.
La puerta se abre y es Iralene. -Arvin Weed está aquí. –Dice.
-¿Debo hacerles de beber? ¿Refrescos? –Está retorciendo su anillo de compromiso.
-¿Qué hora es? –Se sienta.
-Dormiste, y dormiste, y dormiste. –Dice ella. –¡Ya es mañana!
Después de que regresó a casa e Iralene lo haya abrazado, él le
dijo que no se estaba sintiendo bien y que pensaba que sería bueno hablar con Arvin
Weed, quien es ahora su doctor. En realidad, sólo quería preguntarle sobre Glassings
y la gente que sigue suspendida, y también mostrarle la hoja de ecuaciones
científicas que encontró en la cámara de guerra de su padre. Después de que
Iralene le dijo que arreglaría un encuentro con Weed, Perdiz caminó hasta su
cuarto, se acostó y, después de días sin dormir, cayó en incansables
pesadillas. Solía soñar con encontrar el cuerpo muerto de su madre en todas
partes—debajo de las gradas vacías, en el laboratorio de ciencias de la
academia—pero en este sueño, vivía su día de alguna forma mundana cuando se
encontró con un montón de cuerpos. Uno o dos retorcidos, sangrando, pero
todavía vivos, y se levantaban y corrían hacia él. Hablaban con la voz del
hombre que saltó en frente del tren—Eckinger Freund, confirmaron las
autoridades. Y estas personas moribundas lo llamaban mentiroso, pero Perdiz no
podía decir si lo odiaban por la verdad que le contó de su padre o por esta
nueva mentira—casarse con Iralene.
-¿Vas a venir a hablar con Arvin? –Dice Iralene. -¿Debo charlar
con él para darte algo de tiempo?
Se frota los ojos y se recuesta en la cama con las manos sobre su
corazón. Sigue completamente vestido. Se siente enfermo. –No, está bien. Ya
voy. –Empieza a irse pero él dice. –Espera.
Ella se gira, sonriéndole. –Amo la forma en la que te ves cuando
recién te despiertas.
-Iralene, estamos solos. –Dice. –Prometimos no… -Él le pidió no
ser romántica con él excepto para el espectáculo, en público.
-¿No puede una chica practicar?
Se sienta. -¿Subió el conteo de muertes desde que se transmitió la
conferencia de prensa?
Ella aspira profundamente. El suicidio la asusta. Su rostro se
endurece. -
Beckley reportó que no hubo casos durante la noche.
-Bien. –Si va a renunciar a su libertad, y una buena medida de la
verdad, así, mejor que esté salvando vidas. –Dile a Arvin que estaré allí en un
minuto ¿Si?
-Seguro. –Ella sonríe y cierra la puerta.
Perdiz se cambia la ropa. No debería estar nervioso sobre ver a
Arvin. Él fue en algún momento sólo un nerd académico, un amigo distante que a
veces le dejaba a Perdiz copiarse de sus notas. Pero Arvin no está allí como un
amigo. Arvin ayudó a Perdiz a volver a crecer su meñique, y parecía estar a
cargo del equipo que le borró la memoria, ambas órdenes de su padre. Y probablemente
habría sido el elegido para hacer el trasplante de cerebro ¿Lo habría hecho?
Perdiz nunca lo sabrá. En vez de una operación, hizo la autopsia de su padre,
diciéndole a los líderes que había muerto por una Degeneración Rauda de Células
mientras, públicamente, a la gente le fue dicho que luchó bravamente contra un
desorden genético.
Perdiz mira su meñique y flexiona la mano. El dedo se dobla y
extiende en perfecta sincronía con el resto. Dentro de todo, es un trabajo
increíble. Mientras esté aquí, Arvin querrá probablemente probar las
terminaciones nerviosas y la re-formación de la memoria de Perdiz también.
Perdiz encuentra la hoja de información científica donde la
escondió y la desliza dentro de su bolsillo.
Va al baño, se moja la cara con agua y se seca con una toalla de
mano. Se mira a sí mismo por un momento y no está seguro de quién, exactamente,
se supone que sea. Se siente un fraude. Sabe que tendrá que entregarse a esta
mentira. Lo hará porque Lyda susurró: No
más sangre en tus manos. No más.
Pero él sabe que la sangre simplemente ha empezado.
¿Y Lyda? ¿Y el bebé? ¿Cuánto tiempo tendrán que vivir esta vida
oculta? Después de la reunión en la oficina de Foresteed, pidieron por unos
minutos en el cuarto juntos. Se sostuvieron mutuamente. Ella dijo. –Perdiz,
esto es lo correcto. –Y rápidamente agregó. –Estoy asustada.
Él le dijo que él también estaba asustado. Y ahora extraña el
sentimiento de su cuerpo cálido mientras se abrazaban debajo de su abrigo entre
la ceniza flotante, como nieve negra. Extraña la manera en la que ella lo mira,
que siempre se siente honesta. Ama como Lyda parece ambas, frágil y dura. En
una mano, el delicado trabajo de hacer un ser humano está ocurriendo dentro
suyo. En la otra, se endureció de una forma que no puede explicar.
La verdad sobre su padre. Esta única verdad ¿Cuántas mentiras tendrá
que ofrecer para apaciguar a la Cúpula? ¿Cuántas?
Sale del baño, camina por el corredor y entra a la sala de estar.
Arvin está mirando la carpeta de Iralene de vestidos de novia. –Creo que este
es verdaderamente hermoso. –Dice apuntando a una página abierta. –No que eso
importe.
-¿Por qué no importaría? –Dice Iralene herida.
-Te verías bien en cualquier cosa. -Dice Arvin. Y aquí está un
perfecto ejemplo de Weed. Puede que haya querido decir que no le importa, pero
lo recubrió con un cumplido ¿O lo dice en serio?
Es verdad que Iralene se vería bien en cualquier cosa. Es
perfecta. Es por eso que está aquí.
Y de pronto lo golpea: lo tienen donde quieren tenerlo. Está
actuando la vida que su padre diseñó para él. Iralene, con su cabello lustroso
y sonrisa brillante, se está preparando para una boda. Perdiz va a caminar
hacia al altar carcomido por la culpa. Trató de liderar y todo se hizo pedazos.
Y entonces su sospechoso comienzo ¿Fue la cantidad de suicidios
realmente tan grave como le dijeron? La multitud enfurecida, el ruido de
sirenas, el hombre que salto frente al tren—todo se sintió real. De hecho, se
sintió espontaneo—la cosa más improvisada que jamás presenció en la Cúpula. Y
aun así, no puede confiar en Foresteed, quién vería la alteración como una
oportunidad de controlarlo con la culpa. Puede ser que Foresteed no tenga una
gran consciencia, pero seguro la ve como una debilidad en los otros—una para
explotar a su beneficio ¿Qué tan real es todo esto? ¿Es una conspiración para llevar
a Perdiz al límite? ¿Participa Weed en ello?
-Perdón por interrumpir. –Dice Perdiz.
Arvin e Iralene levantan la vista. Arvin saca las manos y sacude
las de Perdiz. -¿Cómo te sientes?
-He estado mejor.
Iralene alza sus paquetes de novia y dice. –Los dejaré hablar.
–Perdiz se imagina las sesiones de entrenamiento por las que tuvo que pasar
Iralene—lecciones sobre cuándo ser visible y cuándo desaparecer cortésmente.
-Hablemos por aquí. –Perdiz lleva a Arvin a los sillones. Se
sientan uno frente al otro.
-Así que, el meñique. –Dice Weed. -¿Algún calor, adormecimiento o
picor?
-Nop.
Weed se estira a través de la mesa de café entre ellos, toca el
dedo de Perdiz y lo dobla. -¿Sientes todo esto bastante bien?
-Sip. Aunque a veces todavía me imagino que no está. Y después
miro hacia abajo y me sorprendo.
-Gente que pierde una pierna dicen que todavía pueden sentirla;
sus terminaciones nerviosas sigue mandando mensajes al cerebro sobre que
existe. Se llama extremidad fantasma.
-¿Así que estoy sintiendo la extremidad fantasma?
-Volver a crecer partes del cuerpo es toda ciencia nueva. Quizás
esto se vuelva una observación común.
Perdiz se pregunta si está hablando de Wilda, la niña que fue
secuestrada, llevada a la Cúpula y purificada. Ya no tiene cicatrices o marcas
o fusiones o incluso un obligo, y sólo podía decir lo que estaba programada
para decir—una amenaza del padre de Perdiz. -¿Esperas hacer crecer muchas
extremidades, Dr. Weed?
-Soy uno de los tipos buenos, Perdiz. –Dice Arvin. –Lo sabes. –Sus
ojos se separan de él y mira alrededor del cuarto.
-¿Lo hago? –Dice Perdiz.
Arvin ríe y se reclina contra el sillón.
-¿Qué es tan gracioso?
-Recuerdo que una vez me dijiste que vivía demasiado en mi cabeza.
Dijiste: “No tienes un instinto de barriga, Weed? ¿Has ido alguna vez de panza?”
¿Recuerdas?
Perdiz no tiene memoria de eso para nada. –Debe ser la pérdida de
memoria. –Dice Perdiz.
-No. –Dice Weed. –No lo recuerdas porque lo dijiste sin siquiera
pensarlo. Me tocaste el estómago con un dedo y todos rieron.
-Perdón, Weed. Estoy seguro de que no quería decir nada con ello.
-Todo lo que decías tenía un significado. Eras el hijo de Willux. Era
tu pase libre para hacer lo que quisieras.
-¿En serio? –Dice Perdiz a la defensiva. –Porque recuerdo gente
ofreciéndose para patearme el trasero, ¿Y tú saltaste a ayudarme? No.
Simplemente mantuviste tu nariz en tus estudios ¿Y sabes qué? Tenía razón.
Vives demasiado dentro de tu cabeza.
-Y tú -Dice Weed, -Deberías
tratar de confiar un poco menos en tu estómago y un poco más en tu cabeza. Si
lo hicieras, quizás no estaríamos en este lío.
Está culpando a Perdiz por los suicidios, y tiene razón. No se
puede negar que fue la chispa. Perdiz alza una mano. Weed fue demasiado lejos. Ya
no puede dejar que la gente le hable de esa forma—ni siquiera un viejo amigo.
Weed tose, se alias la camisa. Hay silencio antes de que vuelva a
su rol de doctor. -¿Qué hay de tu memoria?
-Siguen habiendo parches algunas veces—ya sabes, mi tiempo en el
exterior. –Recuerda la mayoría: Pressia, Bradwell, Il Capitano y Helmud, y las
madres fusionadas a sus niños. Recuerda el thunk de su meñique siendo seccionado
y cómo yacía allí, desconectado. Hay cosas que aún le vuelven en explosiones de
color—mayormente su madre y Sedge muriendo en el suelo del bosque. Recuerda
haber estado con Lyda en la base de cama de bronce con dosel, abrazados bajo su
abrigo, el calor de sus cuerpos. –Sabes cómo es. Algunas cosas quieres
recordar. –Dice. –Y otras, olvidar.
-Apuesto a que sí. –Dice Arvin con una ligera sonrisa de
suficiencia en el rostro.
¿Sabe Weed que es un asesino? Si es así, Perdiz casi desea que se
lo diga directamente.
-¿Apuestas?
Arvin se inclina hacia delante, con los codos en sus rodillas, y
baja la voz. –Dime por qué estoy realmente aquí.
-Primero que nada, ¿Dónde está Glassings?
-¿Durand Glassings? ¿Nuestro profesor de Historia Mundial? Esto es
a donde querías llegar en el funeral ¿Todavía en ello?
-Sí.
-¿Cómo demonios lo sabría?
-Foresteed me dice lo mismo. Pero alguien lo sabe.
-No yo. –Weed lo mira con el rostro hecho piedra.
-Quiero saber si empezaste exitosamente a sacar a la gente de suspensión.
–Dice Perdiz. –Como te dije.
-Mira, esto no es fácil. Belze es muy viejo. Estaba muy débil
cuando fue puesto en suspensión, postoperación en realidad ¿Y sabías que sólo
tiene una pierna? El muñón termina en una manga de cables. No podemos simplemente
sacarlo de un tirón. Quiero decir, si estás haciendo esto de alguna forma por
el bien de tu hermana, no va a hacer ningún bien si muere en el proceso.
-¿Cómo sabes que está conectado a Pressia?
-Tengo el mayor nivel de accesibilidad posible. De hecho, algunos
estamos curiosos por lo que realmente pasó en el bunker de tu madre ¿Siquiera
te encontraste con esos viales y, tal vez, otras cosas?
-Pensé que sólo los querrías para mi padre, como último recurso para
curarlo, y como no los obtuvo a tiempo para hacerle algún bien…
-Podría hacer mucho con ellos, créeme. -Arvin se para y se pone a caminar.
-¿En serio? ¿Estás seguro, Weed?
-¡Dios, Perdiz! Tengo todo lo que necesito para purificar a
alguien, pero luego se derrumban.
-He visto tu obra. –Dice Perdiz con un poco de sarcasmo.
-¿Te refieres a los Miserables que trajimos dentro? –Dice Weed
caminando hacia la ventana, mirando la calle. –Eran sólo experimentos.
-No, eran personas.
Se gira hacia Perdiz rápidamente y dice. –Y sus sacrificios no
serán en vano si tenemos la fórmula y ese último ingrediente. Sería capaz de
arreglar a todos los Miserables sin ninguno de los efectos colaterales que
mataron a tu padre ¿Piensas que los chicos de las Fuerzas Especiales saldrán
limpios? Hay amigos tuyos de la academia
allí, Perdiz.
-No sabía que tenías este lado altruista. Quiero decir, Arvin
Weed, humanitario. No tenía idea cuando estabas, ya sabes, supervisando mi
tortura.
-Órdenes son órdenes. Algunos dirán que fui más responsable que el
propio hijo de Willux. Di lo que quieras sobre él; tu padre era un genio. Nunca
empezarás siquiera a imaginarte de lo que era capaz su cerebro. Deberías
mostrar algo de respeto.
-Weed, en tu cabeza y en tu estómago, sabes que mi padre fue un
asesino de masas; tienes que saberlo.
Weed asiente. Levemente se rasca la frente. Dice con voz
escalofriante y calmada. –Puedo hacer que pase algo bueno. Puedo salvar gente.
Puedo hacer el bien donde tu padre falló.
Perdiz sacude la cabeza.
-¿Piensas que, de algún modo, puedes retomar donde mi padre lo
dejó? –Perdiz se levanta, le da la espalda a Weed y cruza los brazos sobre el
pecho. –Sé que fuiste el que desarrolló la píldora. –Dice en voz baja. Es
incapaz de mirar a Weed a los ojos. Con esta oración, reconoció el hecho de que
usó la píldora para matar a su padre, como también la posibilidad real de que
Weed fuera cómplice en el asesinato. Puede ser que los dos no sean tan
diferentes como parecen, unidos como lo están en un momento de la historia—en
un asesinato.
-Sin ti. –Dice. –No podría haberlo hecho. –Se gira y mira a Weed,
luego al suelo.
-Estoy seguro de que no sé de qué estás hablando. –Dice Weed.
Perdiz ya no puede soportar las mentiras y negaciones. Camina
hacia Arvin, lo empuja y le agarra el hombro. -¡Maldita sea! Si admirabas a mi
viejo tanto ¿Por qué lo hiciste?
Weed mira a Perdiz, lleno de odio. Se libera del agarre de Perdiz.
-Dije que no sé de qué hablas.
Y entonces Perdiz sabe la respuesta. Arvin ya la dijo: Puedo salvar gente. Puedo hacer el bien
donde tu padre falló.
Weed quería tener el poder.
Arvin camina hacia el sofá y se sienta con pesadez. –No sabes
nada, Perdiz. Es la misma vieja mierda. Sigues paseándote por ahí, siendo el
hijo de Willux, y no hiciste nada de la tarea.
Perdiz se sienta frente a Weed de nuevo. Presiona sus palmas
juntas. –Eso no es enteramente verdad. He estado en la cámara secreta de mi
padre en el cuarto de guerra. Aprendí un montón allí. De hecho, tu nombre
aparecía en un documento.
-¡Por supuesto que lo hacía! Estoy en el centro, Perdiz, y lo he
estado por un largo tiempo. Incluso cuando estábamos en la academia, ya estaba
metiéndome en los círculos internos.
-Si no sé nada, Weed, ¿Qué
tal si me iluminas? Adelante. Explícamelo.
-Bien. –Dice Weed. –Primero, tu hermana y sus amigos robaron una
de nuestras aeronaves. Estaba marcada, por supuesto. Conocemos su ruta. Sabemos
a quién contactaron seguramente—cómo descubrieron donde encontrar a estos otros
sobrevivientes es un misterio—pero resulta que ellos sí hacen su tarea.
Perdiz ignora la indirecta. -¿De qué diablos estás hablando? ¿Una
ruta?
-Atravesando el Océano Atlántico, están en su camino de vuelta.
Perdiz ríe. Es ridículo. -¿El Atlántico? ¿En una aeronave? No es
posible.
-La llevaron a Newgrange, una de las locaciones especiales de tu
padre. Si estuviste en su cámara interior, entonces sabes que salvó un par de
lugares sagrados y a la gente lo suficientemente suertuda para estar allí en el
momento correcto.
Newgrange. Perdiz piensa en todas las lecturas de Glassings sobre
las antiguas colinas de entierro y la obsesión de su padre desde la niñez con
los domos. –Pero Pressia, Bradwell, Il Capitano y Helmud—¿Fueron hasta allí y
volvieron?
Arvin asiente.
-¡Foresteed debería haberme dicho todo esto!
-Estoy seguro de que está en sus reportes.
-¡No los leo! -Dice Perdiz más para sí mismo que para Weed.
-Y allí. Probaste mi punto.
-Newgrange, -Dice Perdiz. –En una aeronave. –El mundo parece
abrirse. Pressia, Bradwell, Il Capitano y Helmud—atravesaron un océano. –Dios
mío. –Susurra. -¿Pero aún no volvieron? Suena peligroso.
-Bueno, llegaron hasta allí y ahora están en el aire de nuevo. La
pregunta es por qué ¿Qué pensaron que encontrarían allí? ¿Y tuvieron éxito?
-¿Está Foresteed en esto, rastreando su progreso?
-A Foresteed no le importa mucho tu hermana y sus amigos. Tiene
otros intereses.
-¿Cómo cuál?
Arvin sonríe. –Puedes preguntárselo tú mismo.
-Arvin, escucha. Creo que podríamos lograr un consejo juntos—gente
del exterior y del interior sentándose a hablar. Podemos ayudar a cada lado a
entenderse mutuamente. Allí es donde mi padre verdaderamente falló. Esta gente
se está suicidando, pero si conocieran a alguien de allí afuera, si conocieran
a Pressia…
Weed lo interrumpe. –Eso es lindo, Perdiz. Pero no funcionará.
-¿Por qué no?
-Mientras los Miserables lleven nuestra historia en común en su
piel, no habrá paz. Culpa, Perdiz. No puedes vivir con toda esa culpa sin
querer culpar a las víctimas y exonerarte a ti mismo. Naturaleza humana.
-Pero…
Weed menea la cabeza, sonriendo. –Este es un ejemplo. Quieres que
saque a esta gente de suspensión ¿Qué diablos vamos a hacer con todas estas
personas? ¿Eh? Algunas están deformadas. Algunas incluso son Miserables ¿Qué
vas a hacer? ¿Obtenerles trabajo? ¿Mandarlos al almacén?
-¿Por qué no?
-He pasado los últimos días cosiendo muñecas cortadas, mirando
heridas grandes y abiertas de bala, bombeando estómagos, todo por ti.
-Espera. –Dice Perdiz. Es la segunda vez que Weed lo
responsabiliza por las muertes. No es completamente justo. –Mi padre no debería
haberles forzado mentiras por la garganta.
-Así que, mientras yo estaba limpiando el desastre, ¿tú estabas
ocupado racionalizándolo todo? ¿Es así como pasaste tu tiempo?
-No, te dije que fui a la cámara secreta de mi padre, y sé que él
sabía que había cometido un error. Sabía que el fin estaba llegando.
-Y allí es donde viste mi nombre ¿Eh? –Weed se alisa el pelo,
frota su cabeza. –Sí, recuerdo ese reporte. Bastante aleccionador. Así que,
después de todo, no somos la raza superior. Imagínate cómo se sintió tu padre
cuando se enteró. –Weed ríe, pero ya no tiene esa sonrisa persistente.
-No sé ni siquiera qué lo hizo pensar que éramos superiores en
primer lugar. Nunca lo entenderé.
-¿Es eso lo que quieres de mí? ¿Un psicoanálisis de tu padre?
-No pediría eso de mi peor enemigo. –Dice Perdiz. –Pero sé que si no
le gustaba una verdad, encontraba la manera de cambiarla. –Perdiz saca de su
bolsillo la hoja con información científica que tomó de los archivos. No quiere
mostrársela a Weed, pero, ¿A quién más? –Explícame esto.
Weed agarra la hoja, la mira y se la devuelve. –Es una receta.
-¿Para hacer qué?
-Gente.
-No lo entiendo ¿Gente?
-¿Por qué lo harías? Estás haciendo una persona al viejo estilo ¿o
no? embarazando a alguien.
-Conoces su nombre. Ella no es simplemente alguien. Sólo explica la ciencia, ¿Sí?
Weed sonríe, feliz por haber hecho enojar a Perdiz, y se reclina
contra el sillón. –Esta era su receta para hacerlos desde lo básico. Un poco de
ADN de Puros, un poco de la semilla más dura, los Miserables. Un poco de clonación,
algo de crecimiento.
-¿Vos le diste esta receta?
Weed ríe. –Esas cosas son muy avanzadas ¿Quién sabe de dónde la
obtuvo? Pero no de nosotros. No. Es arte elevado.
-Así que iba a empezar a construir su propia súper-raza de cero.
-Él no iba a empezar a
hacerlo. Está en progreso. De hecho, estaba contigo cuando los viste.
-¿Verlos? ¿A quiénes?
-Tal vez es uno de los agujeros que todavía no se aclaró. Además,
estabas un poco sedado. Estábamos llevándote a purificarte.
-¿Quieres decir cuando casi me ahogan?
-Tu padre prefería el término bautismo.
-¿A quién vi? ¿En dónde?
-Los bebés—filas y filas de pequeños bebés.
Y entonces Perdiz lo recuerda, claramente. El banco de ventanas
como una sala de maternidad gigante, pero todos los bebés eran prematuros,
chiquitos, retorciéndose, algunos chillando, algunos plácidos y quietos. Bebés.
Él estaba acostado—no, atado—rodando… siendo llevado en una camilla.
-El Nuevo Edén merecía sus propios Adanes y Evas. –Dice Weed. -
Willux también se dio por vencido con la gente de la Cúpula—somos
débiles y vulnerables con pulmones delicados y corazones irritables. Empezó a
odiarnos cerca del final, Perdiz. Y cuando saliste y sobreviviste, estaba
orgulloso de ti. Ni siquiera tenías ningunas de las cosas de la codificación de
tu hermano. Sólo estabas allí afuera, desentrenado y solo y sobreviviendo. Deberías
haberlo escuchado hablar sobre ti. –Weed parece enfermo al recordar. Y a Perdiz
le cuesta creer. Su padre siempre estuvo decepcionado de él. Pero entonces
piensa en el cuarto de guerra, todas esas fotos de su niñez, todas las cartas
de amor. Quizás su padre ocultaba su amor y orgullo bien.
Aun así, Perdiz no está seguro sobre qué pensar. Los sentimientos
de su padre hacia él son tan retorcidos y difíciles de determinar. –Nunca me
dijo que estaba orgulloso de mí. Nunca. –Excepto al final, justo antes de morir—sabiendo
que Perdiz lo había envenenado—le dijo: “Eres mi hijo. Eres mío”—lo que hizo que
se sintiera como su padre, por primera vez, vio algo que era un reflejo de él
mismo. Cuando Perdiz piensa en ello ahora, es como si Willux le estuviera
diciendo que son iguales, tal vez incluso que está destinado a volverse su
padre, lo que sería un gran elogio para este último. –Sólo se amaba a sí mismo.
-Bueno, los nuevos Adanes y Evas se volvieron su gente, su
esperanza. Eran el futuro. –Weed se levanta. –Deberías cuidarte.
-¿Qué hay del pequeño Jarv Hollenback? ¿Lo sacaste de suspensión?
¿Está con sus padres?
Weed asiente.
-¿Estaban los Hollenback felices por tenerlo devuelta en casa? –Es
una pregunta estúpida, pero Perdiz quiere algo bueno—algún efecto positivo de
él estando allí, incluso si es pequeño.
-Bueno, la Sra. Hollenback…
-¿Qué?
-Está en el hospital
-¿Trató de…?
-Casi lo logra.
Recuerda la última vez que la vio—en la cocina, sus manos
manchadas de harina, pánico tintaba su voz. Que
suerte la nuestra, decía. Que suerte
la nuestra. Y quería desesperadamente decirlo en serio. La Sra. Hollenback,
quién enseñó Historia de la Doméstica como una forma de Arte—la recuerda
cantando sobre un muñeco de nieve ¿Cómo trató de hacerlo? No quiere imaginarlo.
Había recuperado a Jerv ¿Por qué haría esto ahora? ¿A dónde fue su resistencia,
su deseo de vivir? –Quiero ver a la Sra. Hollenback, antes que nada. –Se frota
las manos, pensando en culpa y sangre. –Y quiero ver la maternidad. No quiero
más generalización por parte de Foresteed, no más data. Quiero ver a la gente.
-¿Estás seguro?
-Sí.
Weed parece apreciar esto. –Está bien.
-¿Crees que la boda ayudará—en nada? Quiero decir, ¿Realmente necesitan
una distracción?
-Les sacaste todo. El casamiento les da algo con lo que orientarse
nuevamente. –Perdiz asiente. Esperaba que Weed le diera una razón para echarse
atrás. –De todas formas, ¿Quién no querría casarse con Iralene?
Perdiz lo mira. Se siente repentinamente adormecido. –Sabes dónde
está mi corazón.
Weed se rasca la cabeza y se encoje de hombros. –Cada quien a lo
suyo.
-Quiero que me lleves a la maternidad, ahora. –Dice Perdiz. –Necesito
ver cosas con mis propios ojos.
Weed inclina la cabeza. –Y yo quiero hablar con tu hermana, Perdiz.
Si no estrellan esa nave, quiero saber lo que sabe.
-¿Piensas que chocarán?
-¿Quién sabe si tienen un piloto real a bordo? Las probabilidades
son pocas, ¿O no?
Pero Perdiz no está tan seguro. Inmediatamente piensa en Il
Capitano y en cuánto amaba su auto. Se volvería loco por una aeronave. De
ninguna forma no estaría en los controles ¿Es bueno en ello? Perdiz no lo sabe realmente,
pero siente un arrebato de confianza por Il Capitano solamente basado en el
poder de voluntad de Il Capitano. –No puedo decirte si mi hermana sabe o no
algo.
-Créeme. -Dice Arvin. -¡Lo hace!