jueves, 29 de mayo de 2014

Arder/Quemar - Capítulo 9: Diescisiete - TRADUCIDO - Julianna Baggott

LYDA
DIESCISIETE
-No llevaremos el auto, -Dice Beckley. –Eso llamaría más la atención de lo que lo vale. Ya es pasado el toque de queda. Debería de ser más seguro simplemente caminar hacia allí.
Beckley y otro guardia están a cada lado de Lyda y Perdiz. Caminan por el corredor hacia los ascensores.
-¿Cuántos perdimos? –Pregunta Lyda.
-Únicamente en la última hora, diecisiete. –Dice Beckley. –La buena noticia es que otros intentos no fueron exitosos.
-¿Podemos vigilar a la gente? –Pregunta Perdiz.
Entran a un elevador. Las puertas se cierran y en un borrón gris se reflejan los rostros de Lyda y Perdiz. A ella no le gusta cómo ambos se ven pálidos, asustados. Más que nada, le sorprende cuan jóvenes se ven. La idea de la cámara de guerra hizo parecer poderoso a Perdiz; la realidad era algo más en conjunto. Ahora, se ve flacucho, y ella está tomando su mano—no románticamente; está asustada. No le gusta ese sentimiento. No hace mucho, estaba fuera en lo salvaje, era una cazadora ¿La Cúpula ya la había hecho más débil y asustadiza? Se suelta de él y cruza los brazos como si tuviera frío.
-¿Quién vigilaría? –Dice Beckley, claramente frustrado. -¿Quién es estable? ¿Quién no? Es imposible de decir.
Salen del ascensor y pronto están de vuelta en las calles, que están vacías, exceptuando a los guardias apostados cada cien metros y así.
-Ley marcial. –Dice Beckley. –Por ahora.
-¿Nos llevas a lo de Lyda?
Beckley suspira. –Sólo por esta noche. Luego te llevaremos a otra locación. Tenemos cosas sobre las que hablar.
-¿Cómo lo están haciendo? -Pregunta Lyda.
-Hay más pistolas allí afuera que antes. -Dice Beckley. –Hay almacenes de armas en ciertas locaciones de la Cúpula, en caso de un ataque desde el exterior. Algunos fueron saqueados.
Lyda piensa en Sedge. Así fue como supuestamente se había suicidado—una herida de bala auto-infringida. Pero, por supuesto sabe que Perdiz debe de estar pensando en la muerte real de su hermano—su cabeza explotando al inclinarse su madre para besarlo. Ella no había sido capaz de sacudir la mancha de la imagen; nunca lo haría. Perdiz le contó en vísperas de navidad cómo se sintió en ese momento—la explosión de sangre y como todo se volvió silencioso, incluso el sonido de sus propios gritos. Estaba furioso y aturdido.
-Otros se cortan las muñecas en baños calientes y se desangran. –Dice Beckley. –Unos pocos lograron llegar a las azoteas. Algunos pudieron ser atrapados a tiempo.
-¿Y dónde están ahora—aquellos que fueron atrapados a tiempo? –Pregunta Lyda, aunque teme saber la respuesta.
-El centro de rehabilitación ya estaba lleno. Pronto va a estar inundado si esto sigue escalando. –Dice Beckley.
-Ese lugar sólo logra hacerte querer suicidar con más ganas. –Dice Lyda. Las paredes blancas, el sol falso, los pequeños vasos de agua de cartón y las píldoras. –Es horrible. Es una forma de castigo.
Toman uno de los elevadores reservados para la elite que se mueve entre los niveles de la Cúpula.
De nuevo, allí está su reflejo. Una triste pareja. Miran derecho hacia adelante. Piensa en algunas de las imágenes del Sr. y la Sra. Willux en el suelo del cuarto de la cámara de guerra—tan frecuentemente vestidos regiamente, mirando a la cámara con sonrisas forzadas. Y siente un estanque de tristeza al pensar en las otras fotos—una madre, sus hijos, una familia que una vez fue, pero que ya no más. Todos eran tan dolorosamente hermosos, tan jóvenes—soplando las velas de tortas de cumpleaños, cabalgando caballos pintados en la calesita, saludando desde puertos con equipos de pesca. Es una vida que ella, Perdiz y su hijo no tendrán—no aquí, en la Cúpula, ni afuera.
-Tal vez sólo es la primera reacción. –Dice Perdiz. –Con suerte la gente se calmará. Quizás necesiten tiempo.
-No sé. No sólo perdimos personas, sus familias y amigos están enojados por las pérdidas. –Dice Beckley. –Y los suicidios se sumarán a su propia ira subyacente.
-Pero una rebelión enojada no sería algo malo. –Dice Lyda. –Si realmente están procesando lo que pasó.
-La gente de la Cúpula no es rebelde por naturaleza. Es como llegaron aquí, Perdiz. Tú mismo lo dijiste. –Dice Beckley. –Son ganado.
-¿Qué quieren? –Pregunta Perdiz.
-Quieren restaurar el estatus quo.
-Solamente pueden rebelarse contra ellos mismos. –Dice Lyda. –Aquí, el suicidio solamente es socialmente aceptable de la ira, odio y desesperación.
Beckley le dice a Perdiz. –Debes sofocarlo.
-¿Cómo? –Dice Perdiz. –Dije la verdad. Eso tiene que servir.
-Debes darles un poco. –Dice Beckley.
-No voy a retractarme en lo que dije. –Beckley saca su walkie-talkie y le pregunta a alguien si los monorrieles fueron despejados. La voz del otro lado le responde que un par más de trenes tienen que volver a la estación, pero que están cerca.
-Mantenlos corriendo. –Dice Beckley. –Hasta que de la palabra.
Salen del elevador hacia otra plataforma de monorriel.
Beckley le dice al otro guardia que se aleje, asegurándose de que ningún pasajero extraviado los haya seguido.

Caminan a través de los túneles con eco en silencio. Adelante, a la distancia, escuchan el gimoteo de sirenas—una sobreponiéndose a la siguiente, taladrando el aire nocturno.

domingo, 25 de mayo de 2014

Arder/Quemar - Capítulo 8: Bacteria - TRADUCIDO - Julianna Baggott

IL CAPITANO
BACTERIA
-¡Jabalíes! -Dice Bartrand Kelly mientras cruza el campo caminando. -¡Comenzaré con los jabalíes!
Pressia mira a Il Capitano, quien se encoje de hombros.
-¡Jabalíes! -Dice Helmud.
Il Capitano le da un codazo a su hermano sobre su espalda. –Cierra el pico. –Susurra.
Bradwell camina unos pasos detrás de ellos con Fignan a su lado. Es todo hombros y pecho—más grande y ancho que cualquiera a quien Il Capitano jamás vio, aparte de las Fuerzas Especiales. Las aves en su espalda deben de ser enormes, aunque están escondidas bajo sus espesas y extensas alas, que son tan grandes que sobresalen por su cuello y tocan el suelo a sus pies, deshilachadas como dobladillos viejos y usados. De vez en cuando, las alas de Bradwell se arqueaban, revelando los gruesos huesos angulares y desmesurados y densas plumas de pájaro. Il Capitano siente lástima por él. Sabe cómo es acarrear algo en tu espalda por siempre. Aun así, Bradwell obtuvo lo fácil ¿no? Al menos sus aves no le respondían.
Kelly es el que habla ahora. Había regresado en el tiempo desde los jabalíes y les da un discurso sobre la Irlanda del Antes—sus monumentos, su tierra fértil, su rica historia, sus poetas. A Il Capitano no le interesa la visita al pasado. Quiere saber a dónde los está llevando y el estatus de la aeronave. Cuando él y Helmud fueron encontrados en la cabina de mando, había peleado. Resultó ser que los guardias no querían matarlo. Sólo querían que saliera de allí. Lo golpearon lo suficiente para reprimirlo y lo llevaron de vuelta a su cuarto. Les había preguntado sobre la aeronave—si la habían arreglado, si podía volar—pero se negaron a contestarle.
Kelly lleva la delantera caminando con gran energía y propósito, meciendo un bolso de cuero. Los campos verdes están vacíos. El viento corta por entre ellos. Hace que los ojos de Il Capitano se humedezcan—especialmente el que tiene casi cerrado por la hinchazón.
Il Capitano aprendió a andar en bicicleta en un campo como este. Su madre le había atado una toalla debajo de los brazos, alrededor de las costillas, y había corrido a su lado hasta que él hubo alcanzado suficiente impulso—con el viento en su cabello, rebotando sobre el pasto. Cuando piensa en ello ahora, se ve a sí mismo liviano—no sólo sin el peso de su hermano sino sin el de la vida.
Se acercan a un granero distante sobre una colina. Fignan se impulsa por el pasto caído, con sus luces brillando por el exterior de su caja negra. -Así que… ¿A dónde nos llevas? –Dice Il Capitano, interrumpiendo a Kelly. -¿A la aeronave?
Kelly se gira y mira a Il Capitano como si recién lo notara. –Escuché que es allí donde te encontraron. Tomará un par de días más poder hacerla volar ¿Hiciste un pequeño tour por ella, no?
-No era un tour realmente. Es mi nave. –Aclara Il Capitano.
-Es mi nave. –Dice Helmud, que suena como si contradijera a su hermano. Il Capitano particularmente odia cuando hace eso en frente de otros.
-¿En serio? -Bartrand Kelly se detiene y piensa sobre esto. –Porque pensé que habían robado la aeronave.
Se gira y sigue marchando cuesta arriba contra el viento. Il Capitano puede escuchar las ráfagas contra las alas de Bradwell.
-Era mía para robar. –Dice. –Willux ennegreció la tierra entera. Me debía una.
-Tenías otras opciones.
-¿Las tenía? Porque me gustaría saber cuáles son exactamente.
-¿Cómo sabes que la robó? –Dice Pressia, pero parece conocer la respuesta. Il Capitano se siente desorientado. Mira a Bradwell para ver si él parece saber algo que Il Capitano no, pero la expresión de su amigo es acerosa e imposible de leer.
Kelly no responde y, momentos después, llegan al granero. Se para frente a la puerta, levanta un pesado pestillo y la abre. –Sé cosas. Tengo mis conexiones. –Dice finalmente.
El granero tiene algunas ventanas altas. Retazos de luz se cuelan, llenando el sucio aire con luz solar. Lo siguen, siendo Fignan el primero. Uno de los lados tiene estrechas casillas—veinte o más—todas repletas de jabalíes masivos. Sus costillas son tan anchas como las de las vacas. Sus espaldas, curvas. Sus espinas, tan grandes como puños, corriendo en una línea dividida por montones de carne. Tienen pesuñas oscuras y colmillos gruesos y amarillentos sobresaliéndoles por los costados de sus largos y gomosos hocicos.
-¿Conexiones? –Dice Il Capitano. Había solo una persona con la que podía estar conectada para recibir información sobre la aeronave, ¿correcto? –Estás en contacto con Willux, ¿o no?
-Bien. –Dice Kelly mientras se sacude las manos y cruza los brazos sobre su pecho. –Lo estaba, pero ya no.
-¿Por qué? –Pregunta Bradwell. Su voz suena ronca por el desuso.
-Porque está muerto.
-¿Muerto? –Dice Pressia.
El viento se filtra en silencio. Es como si el fantasma de Willux—sólo su respiración—estuviera allí por un segundo.
La madre de Il Capitano creía en fantasmas. Por el momento, no podía aceptar que Willux estuviera muerto. Pero entonces, él siempre lo había considerado como la muerte misma. Las madres llamaban a todos los hombres Muertos, pero Willux era el duro sedimento para ello. Il Capitano conocía la verdad. Willux está muerto. Se siente bien—en lo profundo. Se ha ido.
Hay silencio mientras la noticia se asienta sobre ellos. Sólo se escucha el sonido del que debe de ser el gruñido de los jabalíes y del leve zumbido de los engranajes de Fignan. Il Capitano puede sentir a Helmud conteniendo la respiración. Mira a Pressia y Bradwell, quienes parecen no poder creerlo.
-¿Cómo los sabes? ¿Estás seguro? –Le dice la chica al hombre.
Kelly asiente con énfasis.
-¿Está realmente… muerto? –Dice Bradwell. Su expresión se ve conflictiva.
-Es lo que dije. –Dice Kelly. -¿Es tan difícil de imaginar?
Bradwell asiente. Su respiración es un poco dura. –Es sólo… no esperé que se diera tan en silencio. Tan dada por hecho. Esperaba… -Agarra el frente de su propia camisa. –Quería…
-Sí. –Dice Pressia, como siguiendo con el pensamiento del chico. –Debería ser más grande. Se debería sentir más como un…
-Alivio. –Dice Bradwell. –O final. –Pero no mira a Pressia. Les da la espalda a todos ellos. Il Capitano se pregunta si Bradwell está decepcionado. El hombre quien ordenó el asesinato de sus padres está muerto, y Bradwell no logró ser parte. No hay justicia en ello.
Y entonces Pressia dice. –Perdiz. -¿Había Perdiz en serio organizado el golpe maestro? Se cubre la boca. No debería de haber dicho su nombre.
Kelly la mira con intensidad. –Sí. El hijo más joven de Willux. Está a cargo ahora.
-¿Perdiz? –Dice Bradwell tosiendo. Se gira para encararlos. -¿Seguro sobre eso?
Il Capitano también está sorprendido. -¿Cómo pasó? –Recuerda la última vez que habló con Perdiz. Estaban en un vagón de subte, encerrados bajo tierra. Il Capitano no pensó que le quedaba mucha vida y confió en Perdiz. Tuvo que tener fe en él. Aun así, no puede imaginárselo manejando tanto poder. Il Capitano sabe de primera mano que el poder puede corromper el alma.
–Lo hizo. –Susurra Pressia, casi para sí misma. –¡Entró! Perdiz cambiará las cosas.
-O… -Dice Kelly, -Podría resultar ser justo como su padre.
-No. –Dice Pressia. –Odiaba a su padre.
-Sí, pero ¿Qué tan lejos irá? –Pregunta Bradwell con un afilado tono de enojo en su voz. -¿Qué tan duro pujará por el cambio? ¿Realmente tiene lo que se necesita? La única forma para llegar a hacer algo es si está dispuesto a arriesgarlo todo ¿Puede hacerlo?
Il Capitano no conoce la respuesta. Nadie lo hace. Bradwell está cuestionando la profundidad de la convicción de Perdiz. Perdiz puede no saberlo él mismo. Il Capitano no está seguro de su propia convicción ¿Fue un momento de debilidad en el que le dijo a Pressia que la amaba? ¿O era convicción?
-Algunas vece el hombre hace al poder. –Dice Kelly. –Y otras, el poder hace al hombre.
Pero entonces Pressia sacude la cabeza y mira a Kelly. -¿Estás en contacto con la Cúpula? ¿Cómo es eso?
-Sabes que la historia entre Willux y yo remonta tiempo atrás. –Mira a Pressia. –Conocí a tu madre y padre bien, también. No es un secreto.
-¿Así que estabas en buenos términos con Willux antes de las Detonaciones? –Dice Bradwell en voz baja, como para disfrazar la rabia justo debajo de la superficie. -¿es así como sobreviviste aquí afuera? ¿Willux jugando a sus favoritos?
Fignan zumba por la habitación con sus nudosas ruedas, reuniendo información sobre este nuevo lugar. Se acerca a los corrales con los jabalíes—pero no demasiado.
-Me dio un aventón—sólo tiempo suficiente para entrar a salvo a Newgrange. Así que tal vez ayudó el hecho de que hayamos sido viejos amigos, pero no era sólo amigo de él. -Kelly le dice a Pressia, -Tu madre murió recientemente. Su tatuaje dejó de pulsar. Era fuerte y luego se detuvo. –Suspiró profundamente. –No sé qué pasó.
-Estaba con ella. –El viento azota alrededor de Pressia. Cruza los brazos para protegerse del húmedo frío. –Willux los mató a ella y a Sedge juntos.
Kelly respira largamente. Sus mejillas están rojas. Parece apenado pero luego furioso. -¿Cómo la encontró? ¡Pensé que estaba a salvo!
-Nos usó a Perdiz y a mí para encontrarla. Éramos la carnada.
Kelly retrocede un par de pasos, tratando de recomponerse. –Lo siento. –Murmura, pero no es claro qué siente—el hecho de que Willux usó a su propio hijo como carnada o la pérdida en sí misma.
-Eras un amigo cercano de mi madre por entonces. –Dice Pressia. Il Capitano sabe que está escarbando por detalles de la vida de su madre. Era tan pequeña.
-Todos fuimos cercanos en un momento. –Dice Kelly.
-¿Y qué hay de mi padre? –Pregunta Pressia. -¿Sabes dónde está? Il Capitano no soporta cuan vulnerable Pressia se ve. Está desesperada por encontrar a su padre de nuevo. Él es apenas un sueño para ella. Il Capitano lo entiende. Nunca conoció a su padre. Toda su vida se la pasó bajo la sombra de un hombre cuyas facciones él no podía descifrar.
Kelly se gira de nuevo. –Sé que hay más de nosotros. Bolsillos como este. Sobrevivientes. Y creo que Willux estaba en comunicación con muchos. Si tu padre sobrevivió, fue porque Willux quería que sobreviviera—para mejor o peor.
-¿A qué te refieres con peor?
-El pulso de tu padre todavía late en mi pecho—es todo lo que sé.
Pressia acuna la cabeza de muñeca contra su pecho, protegiéndola con su mano buena.
-Willux no sólo le dio protección a la gente. –Dice Bradwell. –Deben de tener algún valor para él. Estuviste trabajando para él todo este tiempo ¿no?
-Deberías de haber notado que es inteligente quedarse del lado bueno de Willux. –Dice Kelly enojado y hace un gesto con ambos brazos como para abarcarlo todo. –Estaba instaurando un número de laboratorios en el Reino Unido e Irlanda antes de las Ddetonaciones. Una de las facilidades fue fundada a través de las conexiones con Willux y asentada en el radio de cinco kilómetros que perdonaría. Me lo dijo, sin términos inciertos, dónde debía estar para sobrevivir. Lo conocía lo suficiente como para creerle. Traje únicamente a mi familia inmediata conmigo. Eso es todo lo que me permitió. –Los jabalíes gruñían y pateaban el suelo. –Me pone enfermo pensar en ello ahora ¿Podría haber alertado a cualquiera que tuviera el poder para cambiar el curso de las cosas? No lo sé. –Se pasa las manos por el cabello. Il Capitano está seguro de que este es el pensamiento que lo mantiene despierto por las noches. Conoce los signos de una culpa infecciona—íntimamente, de dentro hacia fuera.
-Estaba en el medio de un tour—y apure a cuanta gente pude dentro de la colina. Fuimos salvados, al igual que nuestro entorno, pero muchos murieron después, por enfermedades, fuego, y, para ser honesto, desesperación—una de mis dos hijas y mi esposa entre ellos. –Se para bajo uno de los rayos de sol, pedazos de heno flotan a su alrededor, todos dorados. –Mis hijas murieron primero. Mi esposa falleció por la desesperación.
-Conocemos la desesperanza. –Dice Pressia. –Es algo que todos tenemos en común. –Sus ojos van hacia Bradwell, pero él todavía no la mira. Il Capitano quiere decirle al chico que al menos la mire; ¿no le puede dar eso? Lo mata por dentro ver la mirada en los ojos de su amiga. Helmud debe sentir algún sufrimiento en su hermano porque Il Capitano lo siente alejarse de Pressia, como tratando de que Il Capitano dejara de enfocarse en ella—por su propio bien.
-Los jabalíes, -Dice Kelly recordando el tema principal. Fignan se vuelve a acercar a los animales. Al principio se sorprenden pero después olfatean en su dirección. –Los jabalíes pueden ser viciosos e impredecibles, pero cuando se los mezcla genéticamente con vacas, se vuelven más grandes y dóciles. Y aun así son también tratables. Pueden atacar bajo nuestro comando.
-¿Una palabra? ¿Un signo? –Pregunta Bradwell.
-Cualquiera. –Dice Kelly.
Il Capitano registra la amenaza. Kelly los llevó allí por una razón ¿Les está tendiendo una trampa? –Así que haces que simpaticemos contigo por la muerte de tu esposa e hijas y luego nos informas educadamente que nos puedes tener ensartados en cualquier momento. –Il Capitano camina hacia el borde del corral y uno de los jabalíes deja salir un corto y agudo chillido. –Dime si estoy en lo correcto.
-El término es corneado no ensartado. –Kelly le dice con calma.
Fignan retrocede de los animales hacia las botas de Bradwell.
-Los jabalíes fueron un experimento exitoso. –Sacude la cabeza y mira por una de las ventanas. –Hay otro que salió terriblemente mal.
¿Peor que jabalíes que atacan bajo comando? ¿Qué hay allí fuera? Nadie tiene las agallas para preguntar.
Il Capitano puede ver los tiesos pelos del jabalí, las arrugas ennegrecidas de su hocico, la curvatura de sus colmillos. Se imagina la punta de uno de ellos atravesando por entre sus costillas, destrozando su pecho.
Pressia dice, con una nota de sospecha en su voz. –Le podías hacer esto a un hombre ¿o no? División de genes entre especies ¿Por qué no humanos? –Mira a Bartrand Kelly con los ojos entrecerrados. -¿Le diste tu investigación a Willux?
Fuerzas Especiales. Il Capitano se las imagina como las vio por primera vez, saltando por entre los árboles—algunas tenían la musculatura de un alce o un venado y otras parecían sostener la corpulencia carnosa de un oso. Levantaban sus cabezas al viento, con sus fosas nasales tensándose al alertarse ante distintas esencias. Como animales. Piensa en su amigo Hastings—¿Es en realidad una Bestia, una creada genéticamente bajo las órdenes de Willux con la investigación de Kelly?
Kelly dice. –Haces lo que debes hacer.
Las alas de Bradwell se arquean y ensanchan. –Algunas personas hacen lo correcto.
-Investigación es investigación. Cómo elija Willux usarla es su propio pecado. No el mío.
Il Capitano reconoce la racionalización. Él mismo la había probado. Pecado es pecado—individual y colectivo. Su vida está llena de ellos.
Bradwell camina hacia Kelly. –Sabías cómo la usaría.
Kelly alza las manos y chasquea los dedos. Los jabalíes se tensan. Sus cabezas se giran, con sus pesados colmillos y todo, casi en perfecto unísono. -¿Qué tal si retrocedes un par de pasos?
Bradwell mira a los jabalíes, sus ojos están todos fijos en la mano de Kelly. El chico camina hacia la puerta del granero, mirando al cielo.
Il Capitano se pone rígido. -¿Por qué no simplemente nos dices qué quieres?
-Probablemente quiero lo que ustedes quieran.
-¿Qué es eso?
-Ser dejado en paz.
-Pero Willux te salvó. –Dice Bradwell. –Y estuviste jugando de lo lindo con él.
-Él está muerto. –Dice Pressia. –Y Perdiz está a cargo ahora. Todo está por cambiar.
-Tienes más fe en la naturaleza humana que yo. –Dice Kelly.
-Bueno, nosotros no queremos ser dejados en paz. –Dice Bradwell. –Queremos que salga la verdad. Queremos justicia.
Pressia sacude la cabeza muy levemente. Por un momento, parece que es todo en lo que lo va a contradecir pero luego es como si no se pudiera contenerse. Dice. –No. Queremos el vial que le perteneció a mi madre y la formula que encontramos. Y queremos llevarlas de vuelta—para salvar vidas.
Bradwell mira a Pressia. Por un segundo, Il Capitano piensa que va a romper con toda esa rabia y resentimiento, caminar hacia ella y besarla. Pero no dice nada. Simplemente quería que la verdad se supiera—completar con la misión de sus padres. Willux había arreglado la muerte de los padres de Bradwell antes de las Detonaciones y forzado a Arthur Walrond a terminar con su propia vida—Walrond, un amigo de la familia que amaba a Bradwell. Los tres, idos. La madre de Pressia, muerta.
Il Capitano dice. –No me importaría un poco de venganza al viejo estilo. No creo que esté solo.
Esto atrae la atención de Kelly. –Le di a Willux lo que quería, pero he estado trabajando en otro agente también, no muy diferente a las vides espinosas—una bacteria viva, pero casi indetectable que puede comer el material resistente a la radiación de la Cúpula.
-¿Cómo funciona? –Pregunta Il Capitano.
-Actúa increíblemente rápido. –Mete las manos en los bolsillos.
-¿Estás diciendo que tienes algo para traer abajo la Cúpula? –Dice Il Capitano. Su corazón empieza a golpear contra su pecho.
-¿Traer abajo la Cúpula? –Repita Helmud para una aclaración.
-Es exactamente lo que estoy diciendo. –Dice Kelly.
-Eso no es lo que queremos en absoluto. –Dice Pressia. –Necesitamos la Cúpula. Si le devolvemos el vial y la formula a Perdiz, encontrará a la persona correcta dentro para ayudarnos. Podemos revertir las fusiones—sin efectos secundarios. Podemos hacer a todos iguales de nuevo.
-Incluyéndote a ti. Finalmente serás capaz de librarte de la cabeza de muñeca. –Le dice Bradwell a Pressia. –Así puedes ser Pura ¿Qué es más egoísta? ¿Tu deseo de volverte completa o venganza?
-Eso no es justo. –Dice Pressia. –Quiero que Wilda y los otros niños sobrevivan. Quiero salvar gente.
-Pero admítelo. –Dice Bradwell. –Te salvarías a ti misma en el proceso.
Il Capitano se agarra la cabeza con las dos manos. Se siente mareado. Dice. –Podemos traer abajo la Cúpula, Pressia. Eso es por qué sobreviví ¡Es mi misión! ¡Jesús! De una vez por todas, podemos acabar con esto.
-Eso no es un final ¡Es simplemente más destrucción! –Los ojos de Pressia se notan enojados y aun así brillan con lágrimas. Ella mira las anchas tablas del piso del granero. –Ahora que Perdiz está a cargo podemos hacer una diferencia. Podemos curar a la gente de sus fusiones. –Se gira hacia Il Capitano y Helmud. –Pienso que podría llegar el momento en el que ambos puedan ser ustedes mismos de nuevo. –Il Capitano ni siquiera había pensado que eso era posible ¿Podían él y Helmud ser vueltos Puros? ¿Podían ser separados y completados? No, piensa. No—no es posible. La idea lo aterra. Es todo lo que siempre quiso, y aun así se niega a creerlo.
Pressia le dice a Bradwell, -Podrías librarte de esas alas que tanto odias. –Bradwell abre la boca para responderle, pero ella levanta la mano. –Mira, no tienes que quererlo para ti mismo. Pero piensa en la gente allí afuera. No contestes por ellos. Déjalos tener la oportunidad de responder por sí mismos.
-Pressia. –Susurra Bradwell, pero no dice nada más. Es un suave susurro, más como si le rogara—¿por qué?
-Ella tiene un punto. –Dice Kelly. –La gente en la Cúpula tienen la culpa del sobreviviente. Odian a todos los que sobrevivieron fuera porque se odian a sí mismos. Pero si tienen un nuevo rol y los salvan a todos paternalmente, bien, serán capaces de redimirse y sentirse héroes.
-Y tal vez los sobreviviente podrían perdonarlos porque los Puros están haciendo finalmente lo correcto, ¿Ves? –Le dice Pressia a Bradwell. –Podría funcionar.
-¡Demonios, no! –Dice Bradwell.
-¿Por qué no? Podríamos empezar a reconstruir. –Dice Pressia.
-No voy a dejar que los Puros se salgan con la suya en esto. –Dice
Bradwell con la voz áspera por la ira. –Y estoy seguro como el infierno que no voy a dejar que salgan como héroes. No después de lo que hicieron. Nunca.
Il Capitano lo entiende. En el corazón acuerda con Bradwell, pero sabe qué piensa Pressia: ¿Qué importa quién sale como héroe si hay una oportunidad de empezar de nuevo? Hay silencio de nuevo. Kelly aguarda a la próxima pregunta, e Il Capitano sabe cuál tiene que ser. Dice. -¿Qué propones exactamente?
-Les daré el vial y la formula y los pondré en el aire de nuevo, pero deben llevarse la bacteria con ustedes. Si eligen no usarla, no hay nada que yo pueda hacer. –Mira a Pressia por un momento y después de nuevo a Il Capitano y Bradwell. –Pero si quieren lo que es suyo, tendrán que tomar lo que es mío.
En el aire de nuevo. Esto es lo que Il Capitano quiere realmente ahora—volver al aire.
Pressia se gira hacia Kelly. –Si aceptamos hacer esto, ¿Qué tan pronto nos puedes hacer volver?
Él pausa, comprendiendo la volatilidad de la conversación, y luego dice. –Bueno, como Il Capitano vio, la aeronave está casi reparada. Necesitaremos un par de días más y ustedes necesitan tiempo para planear el viaje de forma que aterricen de día.
Abre su bolso, mete la mano, y saca una pequeña caja de metal. Hace saltar un broche diminuto y abre la tapa. La caja está envuelta en terciopelo y moldeada para proteger una lámina cuadrada—dos piezas de vidrio unidas por un fino borde de metal soldado. Sostiene el cuadrado a la luz, iluminando las pequeñas motas rojas. La bacteria.

-Así que ¿Van a llevársela con ustedes a cambio de su vial y la formula y la aeronave a casa? -Dice Kelly. –Es la oportunidad de sus vidas—Para todos nosotros.
Il Capitano se inclina hacia adelante antes de incluso notarlo.
-Espera. –Susurra Pressia, pero ya la sostiene en su palma ahuecada.
-La oportunidad de sus vidas. –Le dice Il Capitano a Pressia.
-Para todos nosotros. –dice Helmud.

sábado, 17 de mayo de 2014

Arder/Quemar - Capítulo 7: Deber - TRADUCIDO - Julianna Baggott

PRESSIA
DEBER
Fedelma conduce a Pressia por un largo corredor con piso de piedra, cada puerta que pasan tiene una pequeña ventana. Pressia entrevé laboratorios, gente inclinada sobre delicados trabajos científicos—tubos de pruebas, maquinaria. -¿Qué hacen? –Pregunta.
Fedelma para y la mira. –Sabes qué están haciendo, Pressia.
-No. –Dice ella. –No lo hago. –Pero en parte se pregunta si simplemente no quiere saberlo, si la verdad es demasiado aterradora, y por eso está bloqueando lo obvio.
-Seguramente puedes imaginarte nuestro gran desafío y cómo podríamos superarlo. Has visto a los niños. Sabes lo que podemos hacer con meras vides. Viste a los jabalíes en el campo ¿o no? –Parece repentinamente enojada. –Y yo. Conoces mi lote.
Pressia mira el estómago de Fedelma y ahora lo entiende: ella no eligió estar embarazada. Es su deber ¿Cuántos chicos habrá tenido? ¿Por cuánto tiempo continuará así? –No fui a la escuela. –Le cuenta Pressia. –Todo lo que sé es lo que mi abuelo me contó. Era un confeccionador de carne, en una funeraria ¿Cómo podría saber lo que sucede en laboratorios?
-Viniste hasta aquí por una fórmula. Tenías uno de los viales más potentes de biotecnología conocido por el hombre ¿Esperas que crea que no entiendes lo que hacemos aquí? Esto es un juego de niños comparado a lo que buscas. –Retoma su marcha por el pasillo.
Pressia se estira y agarra el brazo de Fedelma. –No lo sé. Lo juro.
Los ojos de la mujer revisan la cara de Pressia. Todavía no le cree del todo pero dice, -Willux salvó a Newgrange, el sitio sagrado. Le dio su palabra a Kelly de que sería escusado. Sólo treinta de nosotros logramos entrar en la colina a tiempo.
-Pero está toda esta tierra, estos edificios y laboratorios ¿o no? ¿Qué hay de todo eso? -Pressia quiere saber qué tan avanzada está esta gente ¿Pueden reparar una aeronave y hacerla despegar?
-Willux perdonó un radio de cinco kilómetros. Y debes saber cómo funcionaron las Detonaciones. No puedes hacerte la tonta en ese punto. –Mira el puño de cabeza de muñeca de Pressia. –Las viviste ¿O no?
-Apenas recuerdo, -Dice Pressia. –Pero regresa a mí de a momentos. Sé que hubo ciclones masivos de fuego que barrieron todo. Y que la ceniza voló y hubo una lluvia negra ¿Alguien fuera de Newgrange sobrevivió?
-Otros veinte, sumando cincuenta, pero con enfermedades, menguábamos nuevamente.
-¿Y qué hizo Kelly entonces?
-Todo lo que pudo.
-Este lugar. –Dice Pressia –No es como el de donde provenimos. Los devoradores de ceniza, primero que nada. Inventó todo tipo de cosas ¿O no? –Entre más información pudiera Pressia sacarle a Fedelma, más podría compartir con Il Capitano y Bradwell. Si quiere que Bradwell la perdone, tal vez el primer paso sea hacerle ver que es valiosa, que todavía necesitan del otro para volver.
-Bien, tenía una base en ingeniería genética de plantas y clonación a nivel molecular. Creó la agrifactura, que es por qué nuestras plantas funcionan como un equipo de defensa.
-Clonación. –Sabe a qué se refiere, en términos generales. Réplicas. Copias. -¿Cómo lo hacen?
-Usamos nuestro ADN para crear clones. –Explica Fedelma. –Pero cada embrión todavía requiere de un útero en el que desarrollarse. Todas las mujeres cumplen con su parte. Acarrearé bebés hasta que, eventualmente, ya no pueda hacerlo; incluso si muero en el proceso, el riesgo lo vale. –Y después añade a la defensiva. -¡No podemos arriesgarnos a extinguirnos!
Pressia siente un escalofrío subiendo por su columna. Mira tú reflejo. Halla tu pareja ¡Encuéntrate! ¡Encuéntrate! ¡No quedes al final! Los chicos lo decían en serio. Halla tu pareja; Encuentra una copia de ti mismo. Pressia había alentado el paso. Piensa en las caras de los niños—las que eran casi una imagen en espejo. Finalmente deja de caminar.
Fedelma se gira. -¿Nos estás juzgando? Todos hacemos sacrificios ¡Es la única forma de valer!
-No los juzgo. Entiendo los sacrificios. –Dice Pressia. Piensa en Bradwell. No deseaba sacrificarlo, aunque eso era lo que él quería. –Los jabalíes… -Dice, tratando de encajarlo todo junto.
 -Algo de partición genética, sí. Están diseñados para ser domesticados como ganado pero también feroces. Si es necesario, atacarán en nuestro nombre.
-¿Atacar a quién?
Fedelma se le acerca. A pesar de que no hay nadie cerca, baja la voz. –Debes ser cuidadosa. Más allá de cinco kilómetros a la redonda, el territorio que marcamos con las vides, están aquellos que quieren entrar—quienes matarían por lo que tenemos aquí.
-¿Quiénes son ellos?
-No son diferentes a los que tienes en tu parte del mundo.
Pressia dice, -¿Cómo sabes qué tenemos en nuestra parte del mundo?
Fedelma susurra, -Nos perdonó. Sabe que estamos aquí. Nos vigila y probablemente a otros.
-¿Quién? ¿Willux?
-Tenemos suerte de siquiera estar vivos.
-¿Willux y Bartrand Kelly siguen en contacto? ¿Siguen siendo… amigos? -Pressia cierra los ojos con fuerza y sacude la cabeza, -¡Willux sabe que están aquí! ¡Vivos!
-Shhh, -Dice Fedelma. Toma la mano de Pressia y la posa sobre su estómago. Pressia siente un golpeteo desde dentro. –Tenemos un futuro que proteger. Lo entiendes ¿Verdad?
Pressia saca la mano. -¿Dónde está Bartrand Kelly?
Fedelma suspira. –Quiere que lo esperes. –Continúa por el pasillo.
Pressia la sigue. Giran en una esquina y se detienen frente a la puerta de una habitación pequeña. Fedelma dice, -Aquí. Esperarán. –Abre la puerta de un empujón.
El estómago de Pressia se voltea ¿Estará Bradwell aquí? ¿Va a hablarle? ¿Siquiera la mirará? Trata de pensar en algo que decirle pero no puede imaginarse por dónde empezar. Entra.
El cuarto es pequeño—sólo un placar muy grande realmente. Sin muebles. Il Capitano está allí, apoyado contra una pared con Helmud descansando la cabeza en sus hombros. Uno de los párpados de Il Capitano está hinchado y rojo—las sombras tempranas de un ojo negro. Il Capitano se endereza y dice hola de manera formal.
Helmud sonríe. –Hola. –Dice.
Había estado tan asustada de ver a Bradwell que se olvidó que todo entre ella e Il Capitano está torcido. Él le había profesado su amor y la había besado ¿A dónde iban desde aquí? Se siente rígida y tímida. Il Capitano la mira, pero aparta la vista con rapidez.
-Hola. –Dice ella. Se siente sonrojada. Lo que había hecho Il Capitano fue tan dramático, tan lleno de emoción. Fue valiente. Esto es lo que admira de él—y que es duro y aun así tiene un corazón tierno. Todavía recuerda el beso.
-Kelly vendrá directamente, -Dice Fedelma y Cierra la puerta.
-Bradwell no está aquí. No sé dónde está. –Dice Il Capitano, como si ella sólo quisiera ver a Bradwell y no a él.
-Me alegra verlos. -Dice Pressia. –No sangran hasta morir. Es una gran mejora.
-Y somos dorados, -Dice Il Capitano. –Como estatuas móviles.
-Dorados. -Dice Helmud.
-Sí. -Dice Pressia mirándose los brazos.
-Se ve bien en ti, -Dice Il Capitano y mira el suelo.
-Cap, -Dice Pressia, aunque no está segura de cómo continuar—¿Espero que no se ponga raro entre nosotros dos? Espero que todavía…
Pero entonces la puerta se abre de nuevo. Pressia sabe que es Bradwell antes de girarse. El profundo crujido de sus alas es ruidoso. Escucha a Fignan haciendo bip a sus botas.
-Esperaré aquí fuera. –Es su voz.
Se gira y ve sus rápidos ojos oscuros, sus mejillas golpeadas por el viento, también el matiz dorado en su piel. Las alas son largas y harapientas—pero también musculares y hermosas.
-No hay sitio para mí allí dentro. –Le dice a un cuidador a su lado, un joven nervioso. -¿No lo ves?
-Lo siento, lo siento mucho. –Dice el cuidador. –Esperaré contigo aquí afuera.

Antes de cerrarse las puertas, Bradwell mira a Pressia como si quisiera decir algo. Ella abre la boca para preguntarle cómo lo lleva. Pero él se gira antes de tener la oportunidad. La puerta se cierra y él ya no está.

sábado, 10 de mayo de 2014

Arder/Quemar - Capítulo 6 parte 2/2: Contagio - TRADUCIDO - Julianna Baggott

Rodeado de guardaespaldas, Perdiz es guiado desde el auto hasta el conjunto de elevadores reservados para la gente de elite de la Cúpula. La cámara de guerra está enterrada en el mismísimo centro de la Cúpula, en el nivel subterráneo más bajo.
Las puertas del ascensor se abren y entran a una construcción con un laberinto de pasillos que hacen un eco muy fuerte con el golpear de los tacos de sus botas. Uno de los guardias abre la puerta de la cámara de guerra tipiando una serie códigos en el teclado allí montado. La puerta se abre, revelando una larga mesa de caoba rodeada de sillas de cuero. Las paredes están cubiertas con pantallas negras, ahora oscuras y vidriosas, casi parecen mojadas.
El guardia lo lleva dentro junto a Beckley.
Perdiz camina por la mesa y corre la mano por sobre el respaldo de la silla en la cabeza. La silla de su padre. El cuerpo de su padre estuvo aquí una vez. Su mente recuerda su cara una vez más—su piel ulcerosa roja y, en algunos lugares, ya ennegrecida por la necrosis, y sus manos, curvadas hacia dentro, sacudiéndose con una parálisis constante. Willux había abusado por décadas de drogas para mejorar sus habilidades mentales. Le pasó factura, causando una degeneración rauda en sus Células. Perdiz trata de recordarse que su padre se lo hizo a sí mismo, pero eso no sofoca la culpa. No hay forma de dejarlo ir. -¿Ha estado alguien dentro de la cámara desde la muerte de mi padre?
-No, señor, -Dice Beckley. –Estábamos bajo órdenes estrictas de solamente reprogramar los códigos. No se nos dejó entrar—únicamente programarlo para que tú pudieras.
Perdiz se pregunta si la habitación realmente era para su protección —¿o era una trampa, una forma de eliminarlo si no hacia lo que la Cúpula quería que hiciese? ¿Es esto algo que su padre soñó para su sucesor, o había sido arreglado por Foresteed para tomar el control? Siente el sudor frío en su espalda, y piensa en su padre, quien había liderado por tanto tiempo ¿Era este el tipo de duda y sospecha con el que había vivido todo el tiempo? ¿Era por eso que gobernaba con puño de acero?
Perdiz mira al guardia que abrió la puerta. Nunca había estado completamente seguro de en quién fiarse. Incluso su confianza en Beckley había sido difícil de conseguir y algunas veces se sentía inestable. Pero ahora que había dicho la verdad sobre su padre Perdiz está incluso menos seguro de quiénes habían sido movidos por las noticias y cómo se decidirían volverse contra él. Estos son los Puros—no del tipo que se alzan. Pero aun así debía ser cuidadoso. Mira a Beckley, tratando de estimar una lectura de él. Perdiz no quiere ir a la cámara sólo para ser aislado y atacado.
Beckley lo mira con calma. -¿Estás bien? -Pregunta.
-Bien. –Dice Perdiz. No tiene otra opción que confiar en quienes lo rodean. Son todo lo que tiene. –Veámosla.
Beckley asiente al guardia, quien se estira debajo de la mesa, tal vez presionando un botón escondido allí, y una de las paredes se parte, revelando un panel, y abre, revelando una puerta.
Del otro lado podían estar los secretos de su padre. Nunca lo había entendido. Era tan ausente—incluso estando en el mismo cuarto, su mente trabajaba en otra cosa. Perdiz no recuerda alguna vez sentir que su padre lo estuviera mirando realmente a él. Era más que distante. Parecía casi vacío. Pero no siempre había sido así; hubo algo en él—alguna vez—que hizo que su madre se enamorara de él ¿No había sido divertido en algún momento? ¿Pensativo? ¿Tal vez incluso un poco vulnerable?
También es consiente que del otro lado podrían haber pruebas para mostrarle a la gente de aquí—evidencia de que su padre era la mente maestra detrás de todo, que la gente del exterior necesita ayuda.
Camina hacia la puerta. –¡Cómo hacemos esto?
-Miras al rayo de luz del escáner de retinas, -Dice el guardia. –Y presionas tu mano en este cuadrado para comprobar tus huellas. –El resplandor es azul y sale de una lente en la pared. El cuadrado es de vidrio, pero también tiene un brillo azulado.
Perdiz se inclina sobre la luz. Algo dentro del lente chasquea. Presiona su mano contra el cuadrado de vidrio, y escucha más chasquidos. Lleva la mano a la manija, pero la puerta se abre automáticamente. El cuarto está oscuro.
Beckley se mueve hacia adelante para guiarlo.
-Espérame afuera, -Dice Perdiz. –Afuera del todo. En el corredor.
-Sí, señor. -Dice Beckley y saca al resto de los guardias.
Perdiz entra a la habitación oscura; puede decir que es relativamente chica, y que se siente abarrotada. Por la tenue luz recibida desde la cámara de guerra, puede ver que las paredes de la sala están cubiertas en algo que se agita. Piensa en alas—en las aves en la espalda de Bradwell y cómo, cuando se alzaban, su camiseta se movía.
¿Está la cámara de su padre llena de alas batiéndose? Quiere cancelar esto, salir del cuarto, pero no puede. Fue demasiado lejos. Sabrían que tiene miedo.
No es lógico, pero siente como si entrara a la mente de su padre. Siempre presintió que tenía secretos infinitos, que parecía tan ausente porque había una versión de sí mismo que se negaba a compartir. Un lado secreto.
Y Perdiz había descubierto tantos secretos—destrucción, muerte, tantas capas de mentiras. No quiere conocer ninguna de ellas.
Se estremece y da un paso atravesando el umbral.
Inmediatamente, las lámparas titilan hasta encenderse. La habitación se llena de luz. La puerta se cierra a su espalda.
Las paredes están cubiertas de hojas de papel—cientas, quizás miles de ellas. Algunas son lustrosas y gruesas, otras blancas y finas.
Las brillantes son fotografías, y a los papeles los cubre la letra de su padre. Perdiz camina hacia una pared. Ve la cara de su madre, posada sobre un bebé envuelto en una manta. Sedge está a su lado, espiando al bebé. Es Perdiz, recién nacido.
Mira el papel pegado a la pared junto a la foto. Es una carta. Dice,
Para mi Hermosa esposa,
Te recuerdo en este momento ¿Estaba allí? ¿Tengo simplemente el recuerdo de mirar esta fotografía? Nuestras vidas se dividen así. Aun te extraño. Siempre lo haré. Eres mía. No lo olvides. Mía.
Ellery
Perdiz avanza a la próxima hoja de papel.
Para mi Hermosa esposa…
Y la siguiente: Para mi Hermosa esposa…
Y luego encuentra una que comienza,
Querido Sedge,
¿Qué pasó? ¿Por qué me diste la espalda? ¿Por qué…
¿Alguna vez dejó Sedge atrás a su padre?
Perdiz,
Mira que tan joven una vez fuiste. Solías gritar y cantar cuando iba a la puerta, y ahora creciste. Un chico académico…
El cerebro de su padre estaba afectado por las mejoras. Se deterioraba, y estaba dispuesto a sacrificar a su hijo para poder seguir viviendo. Perdiz murmura con los labios secos, -Mi padre estaba loco.
Estira el brazo y agarra la carta. La hace un bollo en la mano ¿Todo este tiempo su padre les había estado escribiendo cartas? Estaba haciendo un álbum de fotos al que entrar, una muestra. Y lo había mantenido para sí mismo todos estos años.
Perdiz saca una fotografía de sí mismo en una bici a los cinco, de Sedge en su uniforme de hockey sobre hielo, de su madre y padre vestidos para una ocasión formal.
El amor y odio hacia su padre se revuelve dentro suyo ¿Quién era Ellery Willux? ¿Los amaba después de todo? ¿Es este lugar una prueba de que no podía demostrarlo?
Perdiz embiste contra una pared y arranca tantas fotografías y cartas como puede. Caen al suelo. Corre sus manos por los muros, arrancando un trozo de tela y luego otro. Su pecho se contrae. Siente su corazón comprimido, y su respiración superficial. Sostiene el puño contra el pecho. –Demonios, -Dice.
Y se tambalea hacia la única silla en el lugar, la de detrás del escritorio de su padre. Se sienta con pesadez y lentamente mira a su alrededor. Esto es todo lo que siempre quiso de su padre. Alguna muestra de su amor. Algún gesto de afecto ¿Y siempre había estado construyendo esto?
Escucha un golpeteo en la puerta.
-¡Les dije que esperaran en el pasillo! –Grita y trata de recuperar el aliento ¿Está teniendo un ataque al corazón? Jesús, ¿está su padre tratando de matarlo con esta mierda?
-Soy yo. Lyda.
Lyda. Se levanta de la silla y se mueve hacia la puerta. Gira la manija y, como antes, la puerta se abre automáticamente.
Allí está ella. La observa por un momento—su rostro, sus pestañas, sus labios partidos.
-Dijiste la verdad, -Dice ella, sorprendida.
Por un segundo no entiende de lo que habla—decir todas esas cosas en el funeral parece hace tanto tiempo. –Esperaba que estuvieras viendo. –La acerca hacia él. Huele la esencia a lavanda en su perfume. –Les dije que te trajeran. Debía verte, -Dice. –Ven conmigo.
-¿Qué es este lugar?
Él pone su mano en la parte baja de su espalda y la guía dentro de la cámara. Ella mira el suelo lleno de fotos y cartas, y las paredes  con cinta. –Perdiz. –Dice. –¿Era este el cuarto de tu padre?
-Su cámara secreta. –Le alivia tenerla aquí. Es como un antídoto a la solitaria locura de su padre. Le trae sanidad a la habitación. Puede centrarse en ella y el resto se nubla.
-¿Por qué te hizo esto?
-¿A mí? -Pregunta Perdiz. -¿A qué te refieres con que a mí?
Lo mira sorprendida. Él puede decir que se está aguantando. No quiere contarle algo que lo hiera. No es buena ocultándolo.
Y entonces lo golpea, y mira la habitación de nuevo—esta vez viéndolo de la forma en la que ella lo hace ¿Es todo por el show? Su padre debió de haber trabajado en esto por años—mucho antes de haber planeado en usar el cuerpo de Perdiz para seguir adelante ¿Es este cuarto algún tipo de broma? ¿Son todas estas fotos y cartas estúpidas un intento de oprimir su corazón? O tal vez estaba originalmente diseñado para jugar con Sedge. Él era el verdadero heredero ¿Es todo esto falso? ¿Un plan para ganar simpatía? ¿Un último intento de poder usando el amor?
-¿Piensas que todavía está jugando conmigo?
Ella camina hacia el escritorio de brillante superficie de Willux. Lo circula y saca la silla.
-No. -Dice Perdiz.
-¿Por qué no?
-No sé. Es sólo que…
-¿Qué?
-Este cuarto. Se siente lleno de contagio ¿No lo sientes aquí? ¿Su presencia? Es como si no estuviera muerto. No aquí, al menos. Llena la habitación, el aire. –Perdiz se pregunta si el contagio que siente es su propia culpa tóxica. Mira las caras de su familia mirándolo acusatorias. Una vez fue un bebé; ahora es un asesino.
-Esta habitación es tuya ahora. –Dice ella.
-¿Qué pasa si no la quiero?
Camina hacia Perdiz, se arrodilla y levanta otra foto de él de bebé. En esta lleva una gorra. Su cara tiene un tono rosa brillante. Y es su padre quien lo sostiene. –Eras un lindo bebé. –Dice. Se para y se la entrega. Él la mira un minuto. Y con un anhelo inesperado quiere volver atrás. Quiere ser ese bebé de nuevo. Quiere hacer todo otra vez.
Pero no le puede permitir a su padre llegar hasta él. Había sido guiado hasta aquí, y usaría esta habitación para su propio fin. Usaría el secreto de su padre en su contra, tratando de deshacer lo que su padre había hecho.
Le devuelve la imagen a Lyda, camina hacia el escritorio y dice. -¿Qué más esconde aquí dentro? –No se sentará en la silla de su padre de nuevo. La saca del escritorio y presiona sus palmas contra la superficie brillante. De pronto el escritorio se ilumina. Ante él hay un mapa del mundo, punteado con luces azules, cada una pulsante excepto una—localizada en el lugar donde se yergue la Cúpula. Ese brilla.
-¿Qué demonios? –Susurra Perdiz.
Lyda se pone su lado. –Es el mundo y eso es nosotros.
-Sí. –Dice. –Así que la pregunta es, ¿qué representan todas las luces titilantes?
-¿Qué representan, o a quién? –Dice Lyda en voz baja.
A Perdiz se le pone la piel de gallina. –Podrían ser otros lugares que fueron prescindidos ¿Podría significar que hay otros sobrevivientes allí afuera?
-Toca una. –Dice ella.
Perdiz piensa en el padre de Pressia, Hideki Imanaka. Era uno de los Siete. Uno de los tatuajes todavía pulsantes en el pecho de su madre antes de morir prueba que seguía vivo. Tal vez esta sea una forma de encontrarlo. Una de las luces parpadeantes está en la isla de Japón. Perdiz estira el brazo y la toca.
La estática se eleva de parlantes ocultos, y luego una voz. –Perdiz. –Es la voz de su padre y, por un segundo, piensa que sigue vivo, que el asesinato no tuvo éxito. Mira la puerta de la cámara, pero está cerrada. Lyda se estira y le agarra la mano ¿Volvió su padre de la muerte? ¿Es imposible de matar? –Mi hijo. –Dice su padre.
-No. -Perdiz se siente enfermo. Agarra los bordes del escritorio y se sienta en la silla de su padre.
La voz sigue: -Tu huella—esa pequeña espiral que estuvo allí desde tu nacimiento. Encontraste este cuarto, este mapa, mi mundo. Desbloqueaste mi voz con un simple toque. Y eso significa una cosa: tú estás vivo y yo, muerto.
-Lyda. –Susurra Perdiz. –No puedo escuchar esto.
Ella lo agarra del brazo. –Está bien. –Susurra. –Debemos hacerlo.
-Con un toque, un mensaje le fue enviado al resto de que me he ido y de que estás a cargo ¿Realmente pensaste que me contentaba con controlar una pequeña Cúpula?
Perdiz quiere presionar sus manos contra las orejas, pero no puede moverse. Apenas puede respirar. Mató a su padre, pero él sigue allí.
-Abre el primer cajón del escritorio. Allí, encontrarás una lista de mis enemigos—ahora tuyos. Descubrirás la verdad que le escondía a todos—incluso a ti. Hallarás la simple y honesta ironía de todo lo que intenté lograr. Con suerte, entenderás la fragilidad de lo que heredaste. Puede que me odies. Lo entiendo. Yo también odiaba a mis padres. Es la forma en la que el mundo funciona. Vi el fin, Perdiz, y te estaba tratando de salvar de él. Cree lo que quieras, pero es lo que hacen los padres. –Pausa entonces ¿Vio Willux su propio final cerca? ¿Qué final? –Una cosa más. –Dice su padre ¿Va a firmar diciendo que lo ama? ¿Qué es lo que realmente quiere Perdiz del hombre muerto?
Su padre baja la voz y continúa. –Una pregunta ¿Hay sangre en la huella?
Hay otro corto arranque de estática y la voz desaparece.
Silencio. Mira el mapa de luces azules. Siente su respiración alta y atascada en su garganta. Da vuelta las manos y mira sus dedos—las pequeñas espirales intrincadas que son de él solamente. Su padre sabía que si Perdiz estaba escuchando la grabación, entonces probablemente lo había matado.
Lyda susurra. –Él sabía que lo harías.
-No. –Dice Perdiz.
-Todavía está en el poder. –La voz de ella es fría, o tal vez esté asustada.
Él alza la cabeza y se gira para mirarla. –No. –Dice Perdiz. –Lo maté.
El rostro de Lyda se ve pálido y rígido. –Aún está… -Levanta las manos a su garganta, apretando los puños. Él se vuelve a parar y ella retrocede. –Te cambió, Perdiz. Una parte de tu padre sabía que lo harías, que eras capaz de matarle, y te cambió muy en lo profundo. –Retrocede contra la pared, haciendo temblar las fotografías.
-¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Dejar que me mate?
-No. –Dice ella, sacudiendo la cabeza enojada. –Tan sólo…
-¿Sólo qué? –Él recuerda el sentimiento que tenía justo después de hacerlo. Sus manos se habían entumecido. No sentía las piernas. No podía pensar. En cambio, su corazón latía con fuerza, como si fuera lo único que le quedaba. Y lo siente ahora porque Lyda nunca había estado tan asustada de él, y puede leerlo en su cara con claridad. –Lyda. –Susurra.
-No sé. –Dice ella. –Es otro secreto. Crecimos con todos estos secretos y mentiras ¿Cómo podremos seguir viviendo así, Perdiz? No sé si pueda… -Inhala profundamente, rápidamente tocando su estómago. El bebé. El futuro.
-Sin ti, estaría sólo en esto, -Dice él. –No me des la espalda.
-No lo hago. –Mira a su alrededor como agregando, no tengo dónde ir. Pero luego mete la mano en su bolsillo. –No estamos completamente solos. -Saca un pedazo arrugado de papel. Él camina hacia ella y Lyda se lo entrega. –Están aquí—las células durmientes: Cygnus, el cisne.
Es un cisne de origami. –¿Se pusieron en contacto contigo?
-Léelo.
Perdiz desenvuelve el ala y lee Glassings necesita tu ayuda. Sálvalo. -¿Quién te lo dio?
-El técnico que vino a arreglar el orbe.
-¿Salvar a Glassings de qué? ¿Dónde diablos está? -Dice.
-Esto es todo lo que tengo. –Ella suspira y se frota los ojos. –¿Vas a abrir el cajón?
-¿Qué?
-Creo que deberías hacerlo.
-Observé a mi padre toda mi vida, sabes—cómo le miraba y hablaba la gente. No quise, pero lo incorporé todo, y creo, que en algún nivel, debí de haber pensado que su vida algún día sería la mía. Quiero decir, era mi padre. –Para abruptamente. Da un respingo. Le preocupa llorar. –No es sólo que lo maté, Lyda. No es sólo que soy un asesino. –Frota su pulgar contra sus otros dedos, pensando en su padre hablando sobre la sangre en ellos. –Es que tengo miedo volverme él.
-Abre el cajón, -Dice Lyda.
Perdiz no va a discutir con ella—no ahora. Pone un dedo en el cuadrado de luz azul del primer cajón del escritorio. Se abre deslizándose y revela un montón de carpetas.
Toma la de arriba y la tira sobre el escritorio. Justo como dijo su padre, en la etiqueta se lee ENEMIGOS. La abre. Está llena de fotos de gente, cada una con una página de información—actividad sospechosa, familia, amigos, afiliados.
Perdiz hojea el montón y Lyda se le acerca para ver las caras. Cuando llega a Bradwell. Lyda jadea, y sabe que es porque reconoce el fondo también—el bosque donde su madre y hermano fueron asesinados. La imagen es de Bradwell gritando, los tendones en su cuello tensos; lo atraparon a mitad de la acción y Perdiz se da cuenta de que fue tomada de una trasmisión vía video de uno de los Soldados de las Fuerzas Especiales que los había atacado. La imagen fue tomada minutos antes de que su padre matara a Sedge y su madre.
-Vamos. –Lo apura Lyda. -¿Quién más está allí?
Va a la próxima foto, y es una de Il Capitano y Helmud del mismo lugar, el mismo día. Cierra la carpeta y la devuelve al cajón. –Estos no son mis enemigos. –Dice Perdiz. Es un alivio. Su padre estaba equivocado.
Hay otra carpeta. La toma y la saca.
NUEVO EDÉN.
La abre y le echa un vistazo a los planes—escritos a mano con los flojos garabatos de su padre—para esclavizar a los miserables como una raza sub-humana para servir a los Puros una vez la tierra sea habitable de nuevo. –Nuevos esclavos para un Nuevo Edén. –Dice Perdiz con el estómago retorcido. La cierra.
La próxima carpeta se titula RETORNO. Su padre generalmente opta por referencias más simbólicas, así que esta palabra práctica lo pone nervioso. La abre de forma que él y Lyda puedan leer juntos.
Primero hay un reporte oficial de un equipo de científicos y doctores. La lista de nombres al principio del reporte es larga, pero para él resalta el nombre de Arvin Weed. Lo apunta. –Mira.
-También lo vi. -Dice Lyda.
“De las muestras recolectadas y su incubación en un entorno simulado, nuestros especímenes reaccionaron de forma pobre en general. De veinte, doce murieron los primeros diez días. Cuatro contrajeron tumores cancerígenos que tomaron raíz casi de inmediato y parecían desarrollarse en sus problemas de salud. Dos de estos cuatro fueron curados del cáncer pero murieron por más  tumores con los años. A los cuatro sobrevivientes—un hombre y tres mujeres—les fue mal en general. Dos son estériles. El hombre contrajo una enfermedad en el ojo, dejándolo ciego. Él y una mujer tienen asma y los pulmones comprometidos. No esperamos que sean capaces de volver a unirse a la población general de la Cúpula. El hombre está en una unidad de cuidados críticos, y la mujer sufre de problemas mentales y está actualmente en un confinamiento solitario en el centro de rehabilitación. Las otras dos están siendo estudiadas y evaluadas. Fueron mandadas de vuelta al público con sus memorias sobre los estudios borradas.
En conclusión, creemos que aquellos que sobrevivieron en la Cúpula se han vuelto, por falta de exposición al exterior y a las enfermedades en general, vulnerables con el tiempo. Si fuéramos al Nuevo Edén, perderíamos una gran cantidad de gente el primer año. Aquellos que sobrevivan serían por mucho sobrepasados en número por los supervivientes fuera de la Cúpula. Sin embargo, entre más esperemos entrar al Nuevo Edén, más vulnerable nuestra población será ante los elementos que fueran a matarnos.
Mientras tanto, los sobrevivientes originales de las Detonaciones  han sido erradicados, dejando a aquellos con habilidades extremas para adaptarse y sobrevivir. Los restantes tienen un sistema inmune superior. La Operación Purificación de Miserables contiene la más detallada información sobre los sobrevivientes de cualquiera de nuestros estudios de observación.”
El padre de Perdiz había circulado Miserables y escrito en el margen dos palabras: Raza Superior.
Perdiz levanta la hoja y estudia la letra de su padre. -Sí creó una raza superior después de todo, sólo que resultó ser la equivocada. –Esa es la ironía. Su padre lo sabía antes de morir. Dijo que podía ver el fin y de que trataba de salvarlo de él.
-¿Pensó que tendríamos que vivir aquí por siempre? -Pregunta Lyda. –No podemos. Los recursos son limitados ¿Iba a dejar que los Puros murieran fuera?
-No lo sé. –Perdiz va al final del reporte. La última página es sólo un montón de ecuaciones científicas—nada que pudiera descifrar. -¿Qué demonios es esto?
Lyda dice con sarcasmo, -Como si la academia considerara que enseñarle ciencia a la chicas vale la pena. Guárdalo, -Le dice. –Podría ser importante. –Él lo dobla y lo mete en su bolsillo.
Perdiz hojea un par de otras carpetas y su espalda se pone rígida.
Saca una carpeta. Está etiquetada como PROTOCOLO PARA ANIQUILACIÓN.
-¿Qué significa? -Pregunta Lyda. –Ya aniquiló todo.
-No todo. –Perdiz abre la carpeta.
Allí hay una lista de instrucciones explicando cómo desencadenar un proceso activado por voz. Un dibujo del cuarto apunta a un pequeño cuadrado metálico en una de las paredes. Ambos miran hacia arriba, y allí está, modesto, del tamaño de un enchufe. Con un grupo de comandos, el metal se retraería, revelando un botón. Si lo presionaba “liberaría un gas inodoro fuera de la Cúpula.” Un gas “basado en monóxido de carbono,” pero más potente. “Induciría el sueño” y después comprometería los pulmones y causaría una muerte en masa silenciosa. El gas mataría a todo ser vivo a ciento sesenta kilómetros a la redonda. Willux escribió que la activación por voz sólo reconocía la suya, pero que luego había sido tachada y agregado el nombre de Perdiz.
-¿Le enseñó a la computadora a responder a mi voz? ¿A matar a todo ser vivo a ciento sesenta kilómetros a la redonda?
-Pero son la raza superior, -Dice Lyda. -¿Por qué querría matarlos?
-Tal vez era su plan B. –Perdiz tira la carpeta al cajón y lo cierra con un golpe.
Lyda se gira y mira las fotografías en el suelo. –Tú y tu padre son personas diferentes, -Dice. –No eres él. Nunca lo serás.
-Tuve que hacerlo. –Susurra Perdiz. –Tuve que matarlo. –Se inclina hacia delante, meciéndose un poco. Se frota los ojos.
-Vuelve a casa conmigo, -Dice Lyda. –Tengo una sorpresa para ti. -¿Es esta su manera de decirle que ya no le tiene miedo, que él no cambió realmente, que no le dará la espalda? Se gira en su dirección y rodea con sus brazos el cuello de Perdiz. Se sostienen con fuerza mutuamente, y él quiere congelar este momento. Justo aquí, ahora.
Una llamada a la puerta los sorprende.
Beckley dice, -Señor, la situación empeoró.
Perdiz no suelta a Lyda. -¿Peor cómo?
-Lo necesitamos, señor.
Perdiz no se siente un líder. Su padre aun manda desde la tumba. –No creo que haya algo que pueda hacer.
-Hay una cuota de muertes, -Dice Beckley. –Está creciendo.
Perdiz deja ir a Lyda, corre hacia la puerta y la abre. Allí está Beckley ligeramente sin aliento; sus ojos van de Lyda a Perdiz. -¿Se están matando entre ellos?
-No, señor.
-¿Entonces cómo?

-No se están matando entre sí. Se están suicidando.