Bien, casi no llego, como andan? Yo de maravilla porque mañana me voy de viaje!!!! Aunque antes tenga una prueba de ingles :( Bueno, les dejo este cap y recuerden que no creo que vaya a poder subir hasta dentro de 2 semanas, y cuando vuelva (vacaciones de invierno), voy a tener que ponerme al dia con todos los deberes de la escuela y la fiesta de mi mejor amiga asi que, bueno... voy a tratar de actualizar cuando sea posible, disfruten...
Capítulo 15
Alerta de
Grillos
Mansión Fowl
Myles había quedado repentinamente exhausto
después de su dura experiencia con Gobdaw y fue introducido en la cama con su
copia laminada de la tabla periódica aferrada a su pecho.
-La posesión puede sacar mucho de una persona,
-Dijo Holly. -Créeme, lo sé. Estará bien en la mañana.
Los tres se sentaron alrededor del escritorio
de Artemis como un consejo de guerra, lo que en un muy real camino eran.
Mayordomo hizo el inventario. -Tenemos dos
luchadores y ningún arma.
Artemis sintió que debía objetar. -Puedo
pelear si es necesario, -Dijo, ni siquiera convenciéndose a sí mismo.
-Debemos asumir lo peor sobre Mantillo,
-Continuó Mayordomo, ignorando la floja objeción de Artemis. -A pesar de que
tiene un camino de engañar espectacularmente a la muerte.
-¿Cuál es nuestro objetivo, específicamente?
-Preguntó Holly. Esta interrogante estaba dirigida a Artemis, el planeador.
-La Puerta Berserker. Necesitamos cerrarla.
-¿Qué vamos a hacer? ¿Escribir una carta
severa?
-Las armas normales no penetrarán en la magia
de Opal; de hecho, ella absorbería la energía. Pero si tuviéramos un súper-laser,
debería ser suficiente para sobrecargar el sello. Sería como apagar un incendio
con una explosión.
Holly palmeó sus bolsillos. -Bien, ¿qué tal? Parece
que dejé mi súper-laser en los otros pantalones.
-Ni tú puedes construir un súper-laser en una
hora, -Dijo Mayordomo, preguntándose por qué Artemis estaba sacando esto a
relucir.
Por alguna razón, Artemis parecía
repentinamente culposo. -Debo saber donde hay uno.
-¿Y dónde sería eso, Artemis?
-En el granero, adjunto a mi planeador solar
Mark Dos.
Ahora Mayordomo entendía la vergüenza de
Artemis. -¿En el granero donde estableciste el gym? ¿Dónde se suponía que
deberías haber estado practicando tus rutinas de auto-defensa?
-Sí. Ese granero.
A pesar de la situación, Mayordomo se sintió
decepcionado. -Me lo prometiste, Artemis. Me dijiste que necesitabas privacidad.
-Es tan aburrido, Mayordomo. Lo intenté, en
serio, pero no sé cómo lo haces. Cuarenta y cinco minutos golpeando una bolsa
de cuero.
-¿Así que trabajaste en tu aeroplano solar en
vez de mantener la promesa que me hiciste?
-Las células eran tan eficientes que había
jugo extra, así que en mi tiempo libre diseñé súper-laser liviano y lo construí
de cero.
-Por supuesto ¿Quién no necesita un súper-laser
en la nariz del avión de su familia?
-Por favor, chicas, -Dijo Holly. -Suspendamos
la pelea de MAPS* para más tarde, ¿okey? Artemis, ¿Qué tan poderoso es este
laser?
-Oh, tan poderoso como una erupción solar,
-Dijo Artemis. -En su máxima concentración, debería tener la fuerza suficiente
para hacer un hoyo en la entrada, sin lesionar a nadie en los suelos.
-Realmente desearía que hayas mencionado esto
antes.
-El laser no fue probado, -dijo Artemis.
-Nunca liberaría este tipo de poder a menos de que no hubiera ninguna otra
alternativa. Y por lo que nos contó Myles, no tenemos otra carta para jugar.
-¿Y Juliet no sabe esto? -Preguntó Holly.
-No, lo guarde para mí mismo.
-Bien. Entonces podríamos tener una
oportunidad.
Mayordomo los vistió a todos con un equipo de
camuflaje de su casillero, e incluso forzó a Artemis a padecer la aplicación de
rayas cerosas de maquillaje negro y oliva en su cara.
-¿Es esto realmente necesario? -Preguntó Artemis,
ceñudo.
-Completamente, -Dijo Mayordomo, aplicando
energéticamente el palo. -Por supuesto, si te quedaras aquí y me dejaras ir,
entonces tú y Myles podrían relajarse en sus mocasines favoritos.
Artemis aguantando la pulla, correctamente
asumiendo que Mayordomo aún estaba un poco mosqueado por la decepción del súper-laser.
-Debo acompañarlos, Mayordomo. Este es un súper-laser,
no un juguete de apunta-dispara. Está envuelto un entero sistema de activación,
y no hay tiempo para enseñarte la secuencia.
Mayordomo colgó una pesada camisa antibalas
sobre los flacos hombros de Artemis. -Okey. Si debes ir, es mi deber mantenerte
a salvo. Así que, hagamos un trato; si no haces todos esos devastadores
comentarios sobre el peso o inutilidad de esta camisa, que sin duda están arremolinándose
en ese gran cerebro tuyo, entonces no mencionaré el episodio del súper-laser de
nuevo ¿De acuerdo?
“Esta camisa está realmente recortando mis
hombros,” Pensó Artemis. “Y es tan pesada que no podría sobrepasar a una babosa.”
Pero dijo, -De acuerdo.
Una vez el sistema de seguridad de Artemis
les aseguró que su perímetro estaba limpio, el grupo se escurrió en una sola
fila de la oficina, fuera de la cocina, a través de la yarda, y se filtraron en
el callejón entre los establos.
No habían guardias, lo que Mayordomo encontró
extraño. -No veo nada. Opal debe ya saber que escapamos de sus piratas.
-No puede enfrentar perpetrar más tropas,
-susurró Holly. -El sello es su prioridad, y necesita tantos Berserkers vigilando
su espalda como sea posible. Somos secundarios en este punto.
-Estaría desaprovechándolas, -Jadeó Artemis, ya
sufriendo bajo el peso de la camisa antibalas. -Artemis Fowl nunca será secundario.
-Pensé que eras Artemis Fowl Segundo -Dijo
Holly.
-Eso es diferente. Y yo pensé que
estábamos en una misión.
-Verdad, -Dijo Holly, luego se giró hacia
Mayordomo. -Este es tu área, viejo amigo.
-Que lo es, -Dijo Mayordomo. -Tomaré el liderazgo.
Cruzaron el estado con una velocidad
cautelosa, recelosos de cada ser viviente que cruzaba su camino. Tal vez los
Berserkers habitaban los mismísimos gusanos en la tierra, o los grandes grillos
que florecían en los suelos Fowl y agitaban sus alas a la luz de la luna,
sonando como una orquesta de pequeños carpinteros.
-No pisen a los grillos, -Dijo Artemis. -Madre
se encariñó de su canción.
Los grillos, apodados Jiminies por los antropólogos
de Dublín, eran vistos en todo el año solo en el Estado Fowl, y podían crecer
hasta del tamaño de ratones. Artemis ahora adivinaba que este era un efecto de
la radiación mágica calándose por la tierra. Lo que no podría haber adivinado
era que la magia había infectado el sistema nervioso de los grillos con un
grado de simpatía por los Berserkers. No se manifestaban en montones de grillos
sentándose en círculo alrededor de fogatas en miniatura contando historias de
valientes guerreros élficos, sino en una agresión contra lo quesea que
amenazara a los Berserkers. O, poniéndolo simple: Si no le gustabas a Opal, entonces
a los grillos no les importabas mucho tampoco.
Mayordomo dejó caer su pie lentamente sobre
un grupo de grillos, esperando que se muevan fuera de su camino. No lo hicieron.
“Debería aplastar a estos pequeños,” Pensó. “No
tengo tiempo para jugar lindo con estos insectos.”
-Artemis, -Lo llamó por sobre el hombro, -Estos
Jiminies me están retando.
Artemis se tiró sobre sus rodillas, fascinado.
-Miren, no expresan una prudencia natural, en absoluto. Es casi como si no les
agradáramos. Realmente debería conducir un estudio en el laboratorio.
El insecto más grande en el grupo abrió grande
sus mandíbulas linterna, saltó alto, y mordió a Artemis en la rodilla. Incluso
aunque los dientes del insecto no penetraron sus gruesos pantalones de combate,
Artemis cayó hacia atrás en shock y hubiera aterrizado planamente sobre su
parte trasera si Mayordomo no lo hubiera alzado en brazos y empezar a correr con
su principal metido bajo el brazo.
-Dejemos ese estudio de laboratorio para más
tarde.
Artemis estuvo inclinado a darle la razón.
Los grillos los siguieron, pistoneando sus ponderosas
patas traseras para impulsarse en el aire. Saltaban como uno solo, una desbordante
ola verde que espejaba el camino de Mayordomo con precisión. Más y más grillos
se unieron a la panda, lloviendo desde las pendientes del paisaje y los hoyos
en la tierra. La ola crujía a medida que se movía, tan apretados estaban los
grillos compactados.
“Al menos estos no pueden volar,” Pensó Mayordomo,
“O no habría ningún escape.”
Artemis encontró apoyo y corrió sobres sus
propios pies, contorneándose fuera del agarre de Mayordomo. El gran grillo
estaba aún sujeto a su rodilla, preocupando al material de combate. Artemis lo
golpeó con la palma, y lo sintió como si golpeara un auto de juguete. El grillo
seguía allí, y ahora su mano estaba adolorida.
Era difícil, incluso para Artemis, pensar en estas
circunstancias, o más bien era difícil arrancar un pensamiento sensible del
revoltijo chispeando de sus curvas craneales.
Grillos. Grillos asesinos.
Chaleco antibalas pesado. Demasiado ruido. Demasiado. Grillos dementes. Tal vez
estoy ilusionando de nuevo.
-¡Cuatro! -Dijo en voz alta, solo para estar
seguro. -Cuatro.
Mayordomo adivinó que estaba haciendo
Artemis. -Está pasando, está bien. No te preocupes, no lo estás imaginando.
Artemis casi deseaba que lo hubiera estado
haciendo.
-¡Esto es serio! -Gritó sobre el sonido de su
propio corazón golpeando en sus oídos.
-Necesitamos llegar al lago, -Dijo Holly. -Los
grillos no nada tan bien.
El granero fue construido en la cima de una
colina, mirando desde arriba un lago conocido como la Piscina Roja por la
manera en la que brillaba al atardecer cuando era mirado desde la ventana
panorámica del salón de la mansión. El efecto era espectacular, como si las
llamas de Hades acecharan debajo del agua fresca. De día, un parque de juegos
para patos; pero de noche, la entrada al infierno. La idea de que un cuerpo de
agua pudiera tener una identidad secreta, siempre había divertido a Artemis, y
era en uno de los pocos temas en los que daba a su imaginación rienda suelta. Ahora
el lago simplemente parecía el cielo seguro.
Probablemente seré hundido
enseguida por el peso de este chaleco antibalas.
Holly lo empujó desde detrás, codeándolo
repetidamente en la cadera.
-¡Apresúrate! -Dijo. -Quita esa mirada
cristalina de tu cara. Recuerda, hay grillos asesinos tras nosotros.
Artemis levantando sus pies, tratando de correr
rápido como había visto hacer a Beckett tantas veces—en un capricho parecía, como
si correr la mitad del día no tomara ningún esfuerzo en particular.
Se precipitaron a través de una serie de parcelas
de jardín seccionadas con cercas improvisadas de matorrales y postes. Mayordomo
chocaba contra lo quesea que bloqueaba su camino. Sus botas pateaban papas
nuevas de sus camas, limpiando un camino para Artemis y Holly. Los grillos no
eran impedidos por obstáculos, simplemente los serruchaban con un zumbido o
fluían alrededor sin una pérdida discernible del paso. Su sonido era denso y ominoso,
una cacofonía de murmullos. Tortuosos insectos.
Los grillos líderes mordisquearon las botas
de Holly, cerrándose en sus tobillos, chirriando sus pugnaces mandíbulas. El instinto
de Holly le decía que parara y desalojara a los insectos, pero sus sentidos de
soldados le decían que siguiera corriendo y aguantara los pellizcos. Parar
ahora sería seguro un error fatal. Los sintió amontonándose alrededor de sus
tobillos, sus caparazones crujiendo y rezumando debajo de sus botas. Era como
correr sobre Pelotas de Ping-Pong.
-¿Qué tan lejos? -Gritó. -¿Qué tan lejos?
Mayordomo le respondió levantando dos dedos.
¿Qué era eso? ¿Dos segundos?
¿Veinte segundos? ¿Doscientos metros?
Corrieron a través de los jardines y bajo la colina
arada hacia el borde del agua. La luna estaba reflejada en la superficie como
el ojo blanco de un dios, y en el otro extremo estaba la suave subida de la
pista de ski en la pasarela de Artemis. Los grillos estaban ahora sobre ellos, a
la altura de la cintura para Holly. Enjambrándose de cada esquina del estado.
“Nunca tuvimos problemas de grillos,” Pensó
Artemis. “¿De dónde vinieron todos ellos?”
Sentían sus mordeduras en sus piernas como
pequeñas quemaduras, y correr se volvió lo siguiente a lo imposible con una
piel retorciéndose de grillos cubriendo cada extremidad.
Holly cayó primero, luego Artemis, ambos
creyendo que esta debía ser, por seguro, la peor forma posible de morir. Artemis
había parado de luchar cuando una mano bajo a través del zumbido eléctrico y lo
acarreó libre de la ciénaga.
En la luz de la luna, vio un grillo sujeto a
su nariz, y levantó el brazo para aplastarlo con sus dedos. El cuerpo se
trituró en su puño, y, por primera vez, Artemis sintió el ajetreo de adrenalina
del combate. Se sintió como para aplastar todos esos grillos.
Por supuesto, fue Mayordomo quien lo rescató,
y mientras pendía del agarre del guardaespaldas, vio a Holly colgando de su
otra mano.
-Respiren profundo, -Dijo Mayordomo, y se tiró
dentro del lago.
Cinco minutos después, Artemis llegó al otro
lado sin una camisa antibalas, de la cual se sintió seguro de que Mayordomo
tendría algo que decir—pero había sido o abandonar la camisa o ahogarse, y no
había mucha lógica en ser a prueba de balas en el fondo de un lago.
Estuvo aliviado de encontrar que era
flanqueado por Holly y Mayordomo, que parecían considerablemente mucho menos
sin aliento que lo que él estaba.
-Perdimos a los grillos, -Dijo Mayordomo,
causando que Holly rompiera en un farfullo de risitas histéricas, que sofocó en
su manga empapada.
-Perdimos
a los grillos, -Dijo. -Ni siquiera tú puedes hacer
eso sonar rudo.
Mayordomo frotó el agua de su pelo rapado.
-Soy Mayordomo, -Dijo, imperturbable. -Todo lo que digo suena rudo. Ahora,
fuera del lago, hada.
Parecía que las ropas y botas de Artemis
habían absorbido la mitad del lago, juzgando por su peso mientras se arrastraba
fuera del agua. A menudo había notado a los actores de propagandas de TV
saliendo de piletas grácilmente, surgiendo del agua al suelo al costado de la
piscina, pero Artemis siempre se había visto forzado a trepar en el final poco
profundo o ejecutar un tipo de desplome doble que lo dejaba sobre su vientre al
lado de la pileta. Su salida del lago fue incluso menos agraciada, un contorneo
serpenteante que les recordaba a los observadores a los movimientos de una foca
torpe. Eventualmente, Mayordomo lo sacó de su miseria con una mano de ayuda
bajo un codo.
-Sigamos, Artemis. El tiempo se está gastando.
Artemis se levantó agradecido, láminas de
agua fría por la noche deslizándose de sus pantalones de combate.
-Casi llegamos, -Dijo Mayordomo. -Trescientos
metros.
Artemis hacía mucho tiempo que había dejado
de sorprenderse ante la habilidad de su guardaespaldas para compartimentar sus
emociones. Por derecho, los tres deberían haber estado en shock después de lo
que habían pasado, pero Mayordomo siempre había sido capaz de plegar todo ese
trauma dentro de un cajón para ser lidiado más tarde, cuando el mundo no
estuviera en un inminente peligro de finalizar. Solo parándose sobre sus
hombros, le daba fuerzas a Artemis.
-¿Qué estamos esperando? -Preguntó Artemis, y
emprendió la subida de la colina.
El grupo de grillos retrocedió detrás de
ellos hasta que se mezclaron con el viento en los altos pinos, y ningún otro
adversario animal fue encontrado en el corto y encorvado trote por la pista. Llegaron
a la cresta de la colina para encontrar al granero sin guardias ¿Y por qué los
habría? Después de todo, ¿qué tipo de estratega deserta una fortificación para
ocultarse en un granero altamente combustible?
“Finalmente un toque de suerte,” Pensó Artemis.
“A veces ser retorcido lo vale.”
Tuvieron suerte de nuevo dentro del granero, donde
Mayordomo recuperó su pistola Sig Sauer de una caja fuerte codificada atornillada
en el lado ciego de una viga.
-No eres el únicos con secretos en el granero,
-Le dijo a Artemis, sonriendo mientras revisaba la carga y acción del arma.
-Eso es genial, -Dijo Holly secamente. -Ahora
podemos dispararle a una docena de saltamontes.
-Grillos, -Corrigió Artemis. -Pero, en vez de
eso, pongamos este avión en el cielo y hagamos un gran agujero en los planes de
Opal.
El liviano cuerpo y alas del aeroplano estaban
cubiertos con un papel solar que alimentaba el motor para despegar. Una vez en
el aire, el avión cambiaba entre vuelo accionado y planeamiento, dependiendo de
las direcciones de la computadora. Si un piloto se contentaba con tomar un
largo camino alrededor y manejar las corrientes térmicas, entonces era posible engranar
el motor para el despegue solamente, y algunos viajes podían, de hecho, crear
una huella de carbono cero.
-Ese avión allí, -Dijo Mayordomo. -Más allá
de la bolsa de boxeo sin usar y las relucientes pesas con sus abandonadas manivelas.
Artemis gruñó. -Sí, ese avión. Ahora ¿Puedes
olvidarte de las pesas y sacar los bloques de las ruedas mientras yo lo
enciendo? -Dijo, dándole a Mayordomo algo que hacer. -Dejemos la puerta cerrada
hasta que estemos listos para el despegue.
-Buen plan, -Dijo Holly. -Déjame revisar
dentro.
Trotó a través del granero, dejando modosas
huellas a su paso, y abrió la puerta trasera del avión.
El aeroplano, que Artemis había nombrado el Khufu
tras el faraón por quien una barcaza solar había sido construida por los
antiguos Egipcios, era un liviano aeroplano deportivo que había sido
radicalmente modificado por Artemis en su misión por diseñar un práctico
vehículo de pasajeros verde. Las alas eran un cincuenta por ciento más largas
de lo que habían sido, con una estructura micro-fina entretejida arriba y abajo.
Cada superficie, incluyendo las tapas, estaba cubierta en papel solar, que
recargaría la bacteria en el aire. Un cable de poder corría de la cavidad de la
cola del Khufu en una subida hacia el sur del techo del granero, para
que la nave tuviera suficiente carga para despegar cuando sea que Artemis necesitara
hacer un vuelo de prueba.
La cabeza de Holly emergió de la oscuridad
del interior.
-Todo limpio, -Dijo en un tono bajo, en caso
de que los ruidos altos rompieran su racha de suerte.
-Bien, -Dijo Artemis, apurándose hacia la
puerta, ya corriendo la secuencia de encendido en su cabeza. -Mayordomo,
¿Abrirías las puertas tan pronto como ponga el apoyo en movimiento?
El guardaespaldas asintió, luego pateó la
cuña blanca de debajo de la rueda. Dos más y listo.
Artemis trepó dentro del avión y supo
enseguida que algo estaba mal.
-Huelo algo. El perfume de Juliet.
Se arrodilló entre los asientos de pasajeros,
tirando de una escotilla de metal para revelar un compartimiento debajo. Gruesos
cables atestaban la caja, y había un espacio rectangular en el medio donde algo
como una caja debería haber estado.
-¿La batería? -Preguntó Holly.
-Sí, -Dijo Artemis.
-¿Así que no podemos despegar?
Artemis dejó caer la escotilla, dejando que se
cerrara con un sonido metálico. El estruendo apenas importaba ahora.
-No podemos despegar. No podemos dispar.
Mayordomo metió su cabeza en el aeroplano.
-¿Por qué estamos haciendo ruido de pronto? -Un vistazo a la cara de Artemis
fue toda la respuesta necesaria.
-Así que, es una trampa. Parece que Juliet estaba
más al pendiente tuyo de lo que pensamos. -Sacó la Sig Sauer de su pretina. -Okey,
Artemis, te quedas aquí. Es tiempo de que los soldados tomen el control.
Los rasgos de Mayordomo se estrecharon en una
expresión de sorpresa y dolor cuando un rayo de magia chisporroteó dentro del
granero desde fuera, envolviendo la cabeza y torso del guardaespaldas,
permanentemente derritiendo cada folículo de cabello en su cabeza, y aventándolo
a la parte trasera del aeroplano, donde yació sin emociones.
-Es una trampa, muy bien, -Dijo Holly, seria.
-Y caminamos justo en ella.
*MAPS:
Mejores amigas por siempre.
Bueno, nos vemos en el próximo capitulo: Un tiro de advertencia, quedando ahora solo 4 capítulos para el final!!! Bueno, la emocion me sobrepasa, besos